Salgo sin rumbo y sin camino
que mis pasos me lleven donde sea
menos aquí,menos allá,
atrás cierro sin trastabillar.
Quizás encuentre paz desde la esquina
los adoquines me muestren sólo mierda,
las ramas rozan mi cabeza
y mis pensamientos se los lleva el viento.
Las calles se abarrotan lentamente,
no quiero la cercanía de nadie,
es la paz lo que busco,
es la ablación del recuerdo.
Miradas fugaces, miradas furtivas,
ellos me miran y yo los miro
se ve que ellos temen por algo,
a lo que siento que es muy mio.
Los edificios y las vitrinas me rodean
siento el amanecer inmortal del brillo frío,
un brillo que no calienta,
un brillo que siento postizo.
Paso raudo por almacenes y restaurantes,
un poco más de aquí y de más allá,
un mundo acicalado y cicatrizado
la belleza y la nada del que calla.
Todos parecen tener un destino y un rumbo
¿será acaso el mismo escarpado camino?
¿Será la misma senda de mi designio?
¡No quiero!Maldigo ese paso cruel y ladino.
Herido de muerte, me siento a esperar,
la señal se muestra cruenta y feroz,
mis pasos no se alivianan y mi peso no aligera
el viento hela mis huesos y no calma mi ceguera.
Así, escuerzo pero obstinado, decido seguir,
la entropía la conjugo y me uno a ella
¡eso es!,es lo único que me resta
Después de todo, ¿qué más me queda?
Y pisada tras pisada, me aproximo más
sin saber el rumbo, llego a este lugar,
mirando desde lo hondo, siento mi abismo,
¡es aquí mi destino!, ya no queda nada, sólo saltar...
"No rompas el silencio si no es para mejorarlo." Proverbio chino.
"Al menos tres caminos se distinguen para la audición de este sonido: el sueño, la muerte y la voz del viento."
Eusebio Ruvalcaba.
Hace un calor infernal el día de hoy. Me encuentro a 37°C a la sombra en un pequeño parque cercano a mi laboratorio y estoy acompañado por un par de colegas. Almuerzo bajo el hombro, nos disponemos a descansar un poco de nuestras actividades y rutinas. Al sentarnos en unas bancas metálicas a la sombra de un árbol, una suave brisa nos refresca deliciosamente.
-Voy a poner algo de música. Hará más llevadero el calor.- Me dice uno de mis acompañantes sacando el celular. Bernardo, con su brazo moreno, enciende el aparato y pone su almuerzo en la mesa.
-No, no lo hagas... No me gusta tu música y lo sabes... Además, me gusta cuando callas porque estás como ausente...- le digo arqueando una ceja.
-¿Qué me quieres decir con eso?- Me dice con cierto asombro.
-Bueno, para empezar lo dijo un poeta... Era comunista... y te lo subrayo por tu amor al comunismo.
- ¡Esa parrandada de imbéciles! ¿Por qué no podemos comprar nuestras cosas y progresar por nosotros mismos? Pero espera, no entiendo eso de “no-se-qué ausente”...
-Creo que todo te lo tomás demasiado en serio, ¡relájate hombre!. Además, tu concepto de comunismo está errado... pero no quiero discutir sobre política contigo ahora... me fatigo de sólo pensarlo y estoy hambriento, ¿cierto Beatriz? - Le dije mientras giraba mi cabeza al encuentro de esos preciosos ojos verdes de esa bella mulata... Además, era en serio. Me sofocaba tan sólo exponerle las diferencias entre comunismo, socialismo, marxismo, lenninismo, stalinismo, castrochavismo... ¡en fin!. Me fatigaba en exceso porque primero, él no lo quería entender después de habérselo explicado siete mil veces; segundo, estaba haciendo un calor que me cocinaba en mis jugos (sólo me faltaba la papa y el arroz para el suda'o); y, tercero, ¡tenía un hambre feroz como para devorarme un brazo!
- Hablemos mejor de tu amigo con derechos Beatriz. Aquel gladiador del que tanto te embalentonabas, ¿te parece?- Le decía mientras destapaba mi almuerzo calientico.
- Pues ya no es gladiador y es un tontazo que me dejó por una boba del laboratorio de bioquímica- Decía indignada mientras se sentaba ante mi...
¡Oh, demonios!, ¡oh, sagrado dios del averno!, ¡oh, gran y glorioso bochica!, ¡oh santa mierda!, ¡craso error! Yo y mi bocota... En ese momento, llego la maldición de Bernardo y mía. Nuestra querida acompañante no paraba de parlotear sobre su desplante. Su voz se volvía chillona y desesperante, mientras su hermosura se descomponía como cadáver sepultado en cal. Su perorata me aburría a muerte... Incluso Bernardo, y que sea todo dicho, es más tolerante que yo para esas conversaciones, llego al grado de saturación de implorarme con sus ojos negros que habláramos sobre el comunismo.... Así y con tedio cucharada tras cucharada, me puse a mirar a mí alrededor mientras la sexy bocona no paraba de hablar... pero, de repente...
-¡Escucha!- Interrumpí a mi amiga... Señalé un pajarillo rojo y muy encopetado (se llama cardenal), que se aproximó a una rama cerca a nosotros y empezó a trinar.... era un dulce y fantástico gorjeo. Quedé eclipsado...
-¿¡Qué pasa!?... ¡ah! Es un pájaro...si muy lindo... como decía....
-No mujer, en serio... ¡Escucha eso!- Le volví a interrumpir...
Tomado de https://ecojugando.files.wordpress.com/2016/01/pyrocephalus-rubinus-charles-sharp-wikipedia.jpg?w=816&h=9999
Por supuesto mi amiga lo tomó mal y no me acompañaría nunca más a mis almuerzos en el parque. No sé si fue un alivio revelador (por sus enconados cotilleos sobre sus posibles pretendientes), o un tormentoso arrepentimiento (Estaba buenísima). Sin embargo el trino de ese pajarillo, dulce, variado y agudo me deleitó lo suficiente como para olvidarme de mi amiga buenona con sus chillones alegatos y de Bernardo con su aparatito bullicioso. A partir de entonces, empecé a visitar recurrentemente el parque para sólo escuchar el cántico siempre presente del cardenal durante varias semanas...
Durante ese tiempo, me cuestioné sobre los sonidos que nos rodean; el discernimiento preferencial que tenemos por ciertos sentidos; el gusto de enmascarar los sonidos que podríamos disfrutar con música en los audífonos, mini-parlantes y demás aparatejos; la poca atención que damos a eventos sonoros que pasamos por alto...
A veces lo visual me abruma y sólo quiero cerrar mis ojos. Me pasaba muy a menudo cuando veía televisión. Había tal descarga de imágenes vividas, iconos móviles, iridiscencia brillante y atracción visual que me intimidaba e hipnotizaba... pero todo empezó a cambiar desde que empecé a estudiar por mi cuenta lo que significa escuchar... lo que significa amputarme la vista...
No los culparía si les gusta mirar... ¡Es algo genético! Somos seres con una evolucionada visión. El dominio superlativo que tiene la vista respecto a los otros sentidos es mayúsculo (como dato ñoño les contaré que el ojo puede detectar 100 fotones bajo visión escotópica). Sin embargo la obsesión por lo visual y su carácter amortiguador sobre los sentidos, en especial el oído, nos hace olvidar maravillosos y fantásticos lugares con conciertos audibles hermosos (por eso me atraía mi amiga, pero no soportaba ni sus conversaciones ni su voz). Somos el diseño de estimar continuamente más lo visual que lo escuchado. Somos seres que administramos más la información visual que la sonora. Por lo cual, la audición queda en segundo o tercer plano sin prestarle muchas veces atención. Sin embargo, esto no quiere decir que no se adapté (o se pueda adaptar) nuestro cerebro al procesamiento cuidadoso y detallado de una fuente sonora... y esto no será simplemente limpiando los oídos con pequeñas torundas de algodón.
Por ejemplo y, particularmente en estas flacas carnes de quien les escribe, ahora que sé como calcular decibeles, las frecuencias, los espectros, la reverberación, los armónicos, las vibraciones, los espejismos sonoros y un largo etcétera que, desde la ciencia, me muestra los recovecos técnico-científicos, siempre me quedo con el sinsabor del “más allá" sensorial, del sonido como objeto de trascendencia sensorial y emotiva. Es como si faltara algo más, como si, a pesar del enorme componente epistemológico que acarrea el estudiar el sonido, me fuera ausente un componente sensible que no sé describir con exactitud.
Así, habiendo hecho mi “desmembramiento sensorial”, encontré que uno de los momentos más puros de abstracción que puedo tener frente a todo el universo, encarando toda una avalancha de tecnología circundante, son los momentos de soledad y, específicamente, la soledad consumada con sonidos que me envuelvan. Sentirme avasallado por una canción recordatoria, un cántico deslumbrante, un silbido melódico e incluso una simple discusión familiar sobre cualquier nimiedad sin la intervención de ningún tipo de tecnología (cosa que ya se ve poco), me da un enorme un regocijo. Hace sentir que mis oídos disfruten de tantos eventos sonoros y sea enriquecido con una sensibilidad que se incremente...
"La música es el territorio donde nada nos hace daño."
Andrés Calamaro.
De tal manera que, si pudiéramos amputarnos los sentidos y dejáramos sólo la audición como única vía de entrada del mundo circundante, sabríamos que nos estamos perdiendo en un océano de fruición auditivo. La anulación de la visión nos permitiría “saborear” los placeres auditivos sin restricciones. Hemos perdido la habilidad para deslumbrarnos y para embelesarnos con los sonidos naturales. ¿Han cerrado los ojos en un concierto de música clásica o música folclórica para precisar y degustar cada instrumento? Inténtenlo y, si se duermen, no hay problema... ¡alguien los codeará!... Hagan el intento de cerrar los ojos y concéntrense lo máximo posible... Los ayudo con ésta bellísima aria. Separen sonidos, focalicen su atención hacia ese pequeño universo sonoro, desbaraten y unan todos los instrumentos y, sobre todo, presten atención... Hagan el ejercicio con esta preciosa interpretación:
Si no se le movió ni siquiera un pelo de su cuerpo, deje este blog inmediatamente y tómese un par de tabletas de benzodiazepina, dos porros de “cripa”, una inyección de diazepam y dilúyalo en una botella de vodka a ver si lo mueve algo en este mundo. Si después de ese salpicón no se le agita un pelo, done sus órganos auditivos, ¡no los desperdicie más!
Por supuesto la música es el primer objeto para educar nuestro oído. Nuestro cerebro reconoce estructuras de relaciones entre distancias entre las notas musicales, entre relaciones entre tiempos y cadencias rítmicas, entre una buena entonación y un desafine total... O sino escuchen estás maravillosas obras por reconocidos artistas... ¡Escojan el que quieran!
Ellos, los guapos, los siempre muy entonados, los siempre muy en su tono gemebundo como perenne... (Mi preferida fue la siempre rubia Britney y sus brinquitos rítmicos... ¡Qué buen trabajo de audio tiene nuestra siempre bella princesita del pop!.)
Por otro lado, si usted es uno de los que dice que no tener oído o no tener cualidades para la música, es un mentiroso contumaz. Su cerebro reconoce automáticamente elementos de disonancia y distancias entre ritmos. Por tal motivo, puede usted diferenciar una canción que usted prefiera con el ruido que genera una lata de lentejas llena de piedras rodando pendiente abajo...
“La música se ha hecho para lo inexpresable.”
Claude Debussy.
Hace unos meses (y siguiendo con las
anécdotas), en algún café de esos presuntuosos ñoños neo-hippies de alta moda
que les gustan las películas de Jodorowsky porque quieren tener una experiencia
“retro-psicodélica” llamados hipsters,
me encontré algo fabuloso (no, no fueron ni mujeres desnudas bailando al son de
un buen son cubano, ¿qué esperaban en un bar de hipsters?). Fuera del
café, se había instalado un piano y, con timidez pero decidido, me acerque como
quien quiere y no quiere la cosa a tocar las teclas del piano. Medio me sabia
“bésame morenita” y la empecé a
trastabillar... ya saben como es, ¿no?
Después del fracaso de no recordar más que unas cuantas notas, me senté ante este pintarreteado pero descomunal piano. Algunas personas vieron lo que hacía y voltearon su mirada, pensando que sería un Schubert en potencia o la reencarnación de Arthur Rubinstein. Me senté a tocar las pocas notas que me sabia de “Cachipay” (de esa me sabía un poquito más) y de inmediato las notas entonadas pero mal tocadas retumbaron en el lugar. Que decepción se llevaron todos... Pero, ¿qué esperaban ustedes? Con lo único que soy bueno con las manos es para revolver la espuma del jugo de lulo. Así, ante la mirada de todos y mi desencanto, las notas sonaron fatales y la gente siguió en lo suyo evitando mis yerros ante el armatoste sonoro.Ante tal salvajada de mí parte un salvador o, diría yo, un alentador en pantaloneta, desarreglado y harapiento se me aproximó y me dice:-Compañero, así mismo fue como empecé en este negocio. Hay cosas que requieren su tiempo, si gusta le enseño un par de tocadas que me gustaría compartirle.Con una vergüenza que me llenaba todos los poros y un sonrojo que me llegaba hasta las tetillas, le dije que me enseñara...
No se alcanzan a imaginar lo que este hombre es capaz de hacer con 10 dedos y un mísero piano. Un blues alegrón y desgarrador salió súbito de ese mugriento piano que despertaba con lentitud. Las notas sonaban coherentes, plenas, llenas de vida... ¡al carajo mis dedos torpes! Una emoción grandísima me lleno al verlo tocar, pero, sobre todo, la música fue regocijante... Al terminar tal preciosidad, un aplauso llenó el lugar...
Canción tras canción el ambiente del lugar cambió radicalmente. Se sumió en una real rapsodia bohemia (con el perdón de Queen) y mi profesor de piano descargaba blues cantado con un alma que nunca pensé escuchar en ningún lugar. Fue una experiencia auditiva inimaginablemente placentera.
"Mientras que el sonido, ajeno a la vida, siempre musical, cosa en sí, elemento ocasional no necesario, se ha transformado ya para nuestro oído en lo que representa para el ojo un rostro demasiado conocido, el ruido en cambio, al llegarnos confuso e irregular de la confusión irregular de la vida, nunca se nos revela enteramente y nos reserva innumerables sorpresas."
Luigi Russolo.
Si bien ahora la música encuentra en la actualidad una manera de intervenir esos sonidos, una manera de sintetizarlos, cambiarlos, provocarlos o mezclarlos, no deja de ser un producto sintético... ¡No me malinterpreten!, no diré que la música no me gusta porque pecaría de falso e hipócrita obstinado, pero no puedo dejar de lado la pureza de un sonido de fuente natural. Me encanta simplemente cerrar los ojos y pensar que todo puede ser escuchado: el viento, los pajaritos, las ramas de los árboles en movimiento... Así, cuando me aíslo en alguna montaña lejana o en algún parque, los ruidos más fuertes que irrumpen no son ni intensos, ni prolongados, ni variados. La naturaleza es silenciosa y serena... eso sí, exceptuando los movimientos telúricos, los huracanes, las tempestades, los aludes, las cascadas y demás fenómenos magnánimos. Por cierto, eso me recuerda darles otro dato ñoño. La explosión del Krakatoa en Indonesia ha sido el evento sonoro natural más fuerte escuchado. ¡Pudo escucharse a 4500 Km a la redonda! y pudo ser escuchado durante toda la noche... Se dice que sonaba como "los bramidos lejanos pesados de cañones".
"Tan difícil es para el hombre imaginar un ruido apocalíptico como imaginar un silencio absoluto."
R Murray Schaffer.
Uno de los recuerdos sonoros y remembranzas más bellas ligadas al sonido que tengo más presente es el canto de los canarios. Mi abuela paterna solía criar canarios como un método de acompañamiento sonoro todas las mañanas. Ella me llama a desayunar: "José, mijo... es hora de levantarse. Baje a desayunar que se le enfría". Ella, acto seguido, baja las escalas hasta el comedor y luego silba limpiamente una nota constante a un canario enjaulado que siempre le respondía con su trinar agudo. Éste llenaba la casa completamente, convirtiendo la mañana en un tiempo apacible, cálido y fresco.
Así, un simple sonido nos rememora eventos que, de tan sólo escuchar un silbido, un pasaje, un acorde o una voz, nos evoca a recordar un momento inolvidable. Siempre es bueno guardar silencio para escuchar e invocar el recuerdo. Es la persistencia de un sonido lo que provoca que nuestros recuerdos no sólo seamos dependientes de nuestra visión. Somos testigos auriculares de muchos acontecimientos personales y sociales que, como constructo completo, complementan nuestra memoria individual y colectiva. Podemos llenar de simbolismos una canción, un trino, un ladrido. ¡Nuestra vida está acompañada siempre de ruidos! Estos llenan de poesía y memoria cualquier evento sonoro con gran calidez y familiaridad.
“La vida de antaño se basaba en el silencio.
En el siglo 19 con la invención de la maquinaria, el ruido había nacido.
Hoy, el ruido reina y triunfa supremo sobre las sensibilidades del hombre.”
Luigi Russolo.
Por otro lado los ruidos de carros pitando y resoplando con estruendosas gargaras, las motocicletas roncando con estrépito por doquier en las ciudades, la gente gritando para hacerse escuchar, los martillos neumáticos abriendo heridas en las calles,... ¡es un infierno audible! Del que sólo nos queda resguardarnos en nuestros reproductores de música y marchar entre tal remolino de ruido. Pero, ¿y si hiciéramos algo con esos sonidos? Podrían ser objeto de alguna banda musical diferente. Luigi Russolo en algún momento le hizo un tributo pensando que sería la sinfonía del futuro. Su obra se llama “El despertar de una capital (Intonarumoris)”:
Sí, ya sé lo que me van a decir, “ese flaco está como una puta cabra invitándonos a escuchar ruido”... Supongo que tienen razón. Sin embargo, la única manera de interiorizar la “sinfonía” es que traten de reflexionar no en lo que ven sino en lo que escuchan, ¡hay que quitarse las orejeras!. Hagan el ejercicio de cerrar los ojos por un momento y escuchen la sinfonía... ¿qué les rememora? ¿les gusta? ¿es difícil escucharla? ¿Se consideran atávicos por no gustarles o les gusta por su experimentación? En esto de los gustos sonoros es similar a la pornografía: hay para todos los gustos...
“El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de los ruidos.”
Miles Davis.
Dicen que el silencio lo vuelve a uno loco. Lo que vuelve a uno loco es el ruido.”
Manuel Mejía Vallejo.
Nuestra cabeza ya tiene que imaginar el silencio dado que los espacios de silencio (denomínese estos como espacios donde no es posible escuchar sonidos provocados por seres humanos), no es posible encontrarlos con facilidad y, los que se tienen, se desconocen o están a punto de desaparecer (¿Han escuchado algún avión sobrevolando cuando están caminando por bosques, parques naturales o en el campo? Les doy la respuesta: no se acuerdan y lo más seguro es que haya sucedido)...
Incluso si buscamos un lugar en la ciudad “aislado” tal como un supermercado, una cafetería, una sala de espera habrá algún tipo de enmascaramiento con ruidos o música de fondo que modificará el ambiente del espacio. Si bien hay ruidos (naturales o no), muchas veces la música dentro de uno de estos espacios tiene como objetivo particular la “perfumería sonora”, buscando adorno y bienestar en el recinto abocando al desprendimiento del espacio sonoro real. Incluso se busca compañía (como en el caso de una ama de casa que enciende la radio para sentirse acompañada), mayor consumo y quimérica calma (como un café regalado en un supermercado donde está demostrado su impacto en la compra del consumidor). Nos sentimos incómodos ante el silencio y nos desesperamos ante su abrazo, ¡nos desesperamos!. Buscamos el refugio de la música de fondo, encendemos la televisión por compañía y buscamos de relleno sonoro...
A pesar de querer escapar de todo lo anterior, sé que es difícil escapar de la presencia de ambientes sonoros ficticios. Ademas y, al parecer, el silencio se nos hace un martirio cuando está presente. Estamos claramente habituados a algún tipo de trasfondo sonoro que, cuando desaparece, nos hace sentir incómodos y aprensivos. Agregando también que escapar de los motores de combustión interna, aviones, tráfico rodado, la nueva enfermedad sonoro-venérea del reguetón, los alaridos de los jueces del Yo Me Llamo o (de cualquier país o realities shows similares...¡puaj!) se convierte en una tarea cada vez más difícil... Sé que buscamos muchas veces el silencio, pero el silencio como supresión total de sonidos no existe sino en cámaras anecoicas. Nuestro sondeo siempre radica en encontrar un lugar apartado de todo marrullo y ruido para hacernos ausentes y disfrutar de sonidos naturales y relajantes. Esos sonidos siempre han estado allí desde antes de nuestra aparición como chimpancés evolucionados. Podemos aprehender esos sonidos y transportarnos a un pasado y recuperar parte de nuestra historia a momentos donde nuestra historia no había sido escrita porque, después de todo, el viento, el mar, el movimiento de los árboles son, comparativamente, eternos al lado de nuestra corta existencia.
Así, cierren sus ojos una vez en un espacio tranquilo que disfruten y escuchen el arco iris sonoro que los deleite más... Déjense llevar y no teman al silencio...
J.L.C.
Quisiera invitarlos a que le den una mirada a esta excelente charla de Bernie Krause y la voz del mundo natural... vale la pena y está en español...