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Del todo y de nada... La alusión de un rastro de lo que nos pertenece... O quizás para rayar un poco de lo que queda...

viernes, 17 de abril de 2015

El tráfico de los afectos y el examen psicológico de mi querido terapeuta Manuel...


A aquellas dos quienes me aconsejaron a aceptarlo sin miedo, neurastenia ni renuencia...
 

“Las empresas que se basan en una tenacidad interior
deben ser mudas y oscuras;
por poco que uno las manifieste o se vanaglorie de ellas,
todo aparece fatuo, sin sentido e incluso mezquino.”
Italo Calvino.

Está lloviendo y voy caminando a una cita quirúrgica de imperiosa necesidad de separación, de distanciamiento obligado e impertérrito. Algo así como romper una de esas relaciones que uno sabe que no van para ningún lado pero que, por convicción coital, idiotez irresponsable, compenetración difusa o simple sandez enquistada uno no deja. Les contaré...


Todo comenzó desde mi exilio académico. Me encontraba en el avión en pleno vuelo y, desde que lo abordé, tenía la leve impresión que el mundo se me volvía particularmente oscuro, con abnegación irracional y me rodeaba una lustrosa ansiedad. Mientras miraba por la diminuta ventana, saboreaba entre mis dientes ese extraño sabor metálico que se te mete entre las encías y termina uno escupiendo puntillas y tuercas. Además, avinagrado por un sin fin de pensamientos que trataban de ser ansiolíticos, me volqué a criticar todo cuanto estaba a mi alrededor (se podrán imaginar cuanto había por criticar en un viaje internacional en pleno vuelo)... ¡era la desesperación de mi encierro!... compréndanme por favor...
Así, llevando ya un par horas de mi viaje y con un malestar existencial que rozaba la misantropía más agria de una oficinista sin sexo y con la regla, me vi forzado a mirar a mi alrededor. Allí venía la azafata con su sonrisa superficial calcada, con esa mueca de amabilidad plastificada repartiendo la cena.

-Joven, ¿desea usted vino, agua, coca-cola o café?- Dijo ella con marcado acento bogotano y con difícil soltura.

-Hola... ¿no tienes soda cáustica con vidrio molido en agua destilada? Es que tengo un poquito de acidez estomacal.

-¡mmh! Lo siento no tenemos... lo único que le puedo ofrecer es la elección entre pollo a la naranja, cerdo embutido o vacuno en su salsa.

-Ya veo... De acuerdo... Dame entonces el vino (ojalá avinagrado) y el embutido de cerdo... este puede que vaya con mi actual estado.

Sin más, la "calcada" azafata me dio el susodicho cerdo alejándose con su sonrisa duramente plastificada preguntando n-ésimas veces a cada pasajero su elección... Al dar los primeros bocados desganados, mordí el interior de mi labio inferior por una inadvertida dentellada, pero con tal fuerza, que empezó a crecer de manera descomunal un pequeño ser horripilante... ¡vivido monstrete sacado de mis entrañas!... allí fue donde apareció mi primer y único mucosele (nombre técnico del monstrete labial)...

Como cualquier renacuajo mamífero primate recién nacido de nuestra especie, su primer palabra fue un alarido de nacimiento (el cual fue dado por una blasfemia sorda mía “¡Ay, juepu...!”) y, a continuación llego su apresurado crecimiento sin dilación...

Así, mi pequeño alien no sólo fue una gran molestia desde su nacimiento, sino un dolor de cabeza para cualquier gesto bucal, dicho mal acomodado, discurso azaroso, pensamiento exteriorizado, beso esquiniado, oración a la diosa Mahakali... además tuve que soportar los malos chistes de mis compañeros, al cual se aunaba el mequetrefe ese... en fin...el tipo fue un problema desde el principio para mi carácter lengüisuelto. Y, a pesar de que pareciera que yo sufriera de algún tipo de desorden esquizoide de típicos síntomas como ideas delirantes, alucinaciones y posteriores estados catatónicos,  (condiciones que, aquí entre nosotros, ya las tengo desde hace mucho), el bicho ese empezó a pensar por sí sólo; hablaba y se hacía sentir sacudiendo mi labio y creciendo como volcán a punto de explotar... ¡qué linda sensación!

Ahora quiero compartirles los breves rayones del fugaz y amargo Manuel (así se quiso llamar él, con acta de bautismo y todo), con su primer escrito. Como todo infante, el dio sus primeros pasos con lo que veía en su entorno, le entretenía y le daba curiosidad. Pero, ¡oh, Sorpresa! al ver el siguiente escrito en una hoja de papel cuadriculada arrugada. Cuando lo leí, el me miró con ojos de pocos amigos por mi descubrimiento (créanme, un bicho de esos tiene cara asesina...y su mirada no es muy tierna que digamos), y me amenazó con seguir creciendo si lo volvía a hacer... y eso que ya mi boca parecía una carretera con un policía acostado.

Sin embargo veamos que escribió:

Irredenta existencia dirás...

Hablarás sobre tu "democrática labor" de aniquilación mundial, diciendo que somos pisoteados y lapidados por la gente que tratamos de socorrer... Algo filántropo, ¿no?

Creemos que nuestra reticencia es solo objeto del miedo a hacernos daño...a empujarnos por el ventanal inmenso de nuestro vivir... ¡defenestración anarquista!

Somos alimentados con la feracidad de lo impoluto, con el sórdido manjar de los pensamientos ajenos... Con el malestar forastero de mi vecino. Suponemos la vivencia como un ergástulo sucio y cruento donde la luz no llega...donde la salida está cubierta de sangre y lagrimas... 

Nos martillan las sienes al pensar en el tórrido descubrimiento de ideas sin sentido, de creencias fetales malnacidas y prematuras; donde un hálito hemético tiene más cariz de dulzura que mi objeto de discordia...

A pesar de saber que solo valgo para un puñado de seres humanos, que mi valor vital no se limita sino a ser incomprendido, a ser un proscrito existencial, ¡a vivir solo por arco reflejo!

Aparece usted como mi fingida heráldica figura, como la ambrosía destinataria y, sin remordimiento, pecaría por estar en su tranquilidad plena y llena de fruición, sin importar el bodrio vital que vivo...

Quiero que sea usted el estandarte de mis batallas... prefiero fenecer ante la posibilidad de perder la apoteosis sonriente de su horizonte. Usted será mancebo para mi hasta el día de mi fallecimiento... Su espléndida figura acurrucará mis pesadillas y ellas se encaran ante usted.

La opulencia de su mirar será mi adusta arma combatiente ante cualquier escollo u obstáculo en este nemoroso dolor vital... es lo que usted quiere, ¿no?

Pero  palabras como punitivo , arrepentimiento, traición, expiación, sacrificio, perdón... 

¿le resuenan algo esas palabras? Eso me espeta usted... Quizás sean pocas, quizás muchas... Sólo hay lugar para su purificación prosaica y su libre albedrío...

He de pensar en mis yerros y equívocos... inefables e inexcusables...

He de verme aquí meditando por usted...

He de querer explicarme... He de clamar por... ¿usted?

El estomago arde, el placer no llega, el temor infunde y el enfado no se asoma...
 Silencio tumultuoso... Letras inconclusas... Palabras incorrectas... Frases confusas...
***************

¿Qué tal? ¿ah? ¡El bicho ese se las dio de escritor nihilista-simbolista no-proscrito en los pocos días de haber nacido! Ni siquiera Rimbaud ha podido hacerlo tan deprisa... En fin...

Así, tiempo tras tiempo o, mejor dicho, mordisco tras mordisco, el pequeño quiste latoso y bilioso fue creciendo. El pequeño gaznápiro pasó por todas las etapas de cualquier humano: su nacimiento fue doloroso; su adolescencia fue rápida y tortuosa; y su adultez mezquina, paupérrima y frenética. Y, alcanzando su edad madura, compartía conmigo diálogos que iban, desde el vistazo a un muslamen o un canalillo atrevido, hasta discusiones sobre la relación de la teoría de cuerdas y su relación solipsista-demiurga de la metafísica desde un punto de vista nietzsche-newtoniano.

Además el palurdo ese ladraba día, tarde y noche, ¡no me dejaba en paz! Y, después de revisar en un libro de teratología (para buscar solución a tan insufrible maldición bucal), no encontré donde clasificar al pequeño y tierno quistecito...aunque si encontré algunas clasificaciones para mi...Así pasaron los días... y el pequeño engendro fue creciendo y madurando... sobre todo creciendo...  Pero, así y todo, Manuel tenía cierto don para ser lo suficientemente coherente para “bendecir” su derredor... 

Pero vayamos al grano...

Quisiera ahora compartirles una discusión que siempre rondó mi cabeza, antes de nuestra inminente separación. Esa tema fue su huella dactilar, su efigie obsesiva y su alfil preferido. Por eso, quisiera ahora plasmar algunas uno de los bellos recorridos vanílocuos-dialécticos de mi querido amiguito ante su conspirativa compañía. Sin embargo, debo insistir que esos pensamientos son de ese bicho, de ese inconsciente... de esa boca agria salían esas letras... yo sólo fui víctima de su influjo. Sin más preámbulos, veamos entonces que decía mi tumorcito

 -...Creo que es bastante agradable verlos a todos con sus “smarthphones”, sumidos en sus perfiles virtuales etéreos y con conversaciones impalpables con toquecitos en pantallas. Cada vez que los veo pasar, me permiten admirar en solitario el agradable placer de un atardecer moribundo, el aroma de un buen café o las buenas piernas de alguna fémina juguetona y distraída... Definitivamente la realidad no se muestra en un estado químicamente puro, la gente odia su realidad...

-Vení Manuel ¿y dónde dejas a la palabra en todo eso?

- ¿Cómo así? ¿Te refieres a la palabra como elemento fundamental de una relación sentimental? Bueno... por más que te guste la “corteza” de tu chica, su sonrisa, su cabello sobre su mejilla o su escorzo izquierdo y tenga un atractivo corporal enloquecedor, la palabra es la energía de ese universo, es el eslabón que lo une todo...con ella te aseguras que te guste lo que piensa y, conjugado sobre su pensamiento, están sus palabras concatenadas, encadenándose y eslabonado sus elucubraciones o, simplemente, malcriando sus ideas con algo de inmadurez... la palabra vive y  enamora... ¡Mierda! ¡La palabra sigue estando allí! Me da mal genio que incluso que hasta ya nos hemos dejado de enamorar de las voces, los timbres y la dicción.... Incluso hasta la gestualidad se olvida tocando la pantalla de lo raudo, de lo superlativamente vertiginoso. Yo por eso deje de hablar con un pólipo que tenias en el cachete derecho... 

-¡No me digas! Pero tenés razón Manuel, ¿porque, después de todo, cuando envejezcas, qué te quedará? ¿Seguirá tu juventud y tu piel como culito de bebe? Además, como leí por ahí,  “El amor es una larga conversación”... O eso es lo que yo querría creer...

-¡Claro! una conversación afianza, tranquiliza y consolida nuestro afecto y da calma. Y eso, en un mundo que lo consume todo de manera pre-digerida, no puede obtenerse plenamente hecho. Tenés que meterle energía, fuerza, ¡enjundia!... hace falta conocerse un tiempo prolongado para que se entienda las complicidades del otro, mientras que ese otro se podrá sentir arropado, acogido, comprendido y defendido....allí siempre está la palabra...  Pero, ¡ojo! ... hay que tener cuidado con eso...

-¿Cómo así? No me decías que todo era plenitud y maravilla...

-Pues claro, pero ¡hombre! Matizalo... por cierto, mira a la derecha esa flaca que va a allá... 
No pensés que porque ya tienes el beneficio de la palabra fácil te hace el mesías. Es como él que lee... ¿piensas que por qué tú lees ya te hace beneficiario de la limosna de la respetabilidad? Olvídate... Sí, es importante que leas, pero interioriza lo que lees... ¿para qué lees finalmente? ¿para darte un nimbo de honorabilidad ante los otros y tengas una posición para criticar al resto de la humanidad? ¿para tener un disco que levita bajo tus pies y creas que tu postura es mucho más importante porque te leíste dos libros de Kafka, uno de Baudelaire y otro de Chejov?  Lo siento compadre, pero me revienta la cabeza labial pensar que sólo lees para tramarte dos o tres pelagatas. Aunque parece que ahora esa es la moda... Parece que ya se está volviendo un indicativo de marketing, un raiting social. Nos llenamos de libros para embadurnarnos de un petimetre estilo, por eso se compran “best sellers”... eso parece tan singular como actrices porno con debilidad por el existencialismo de Heiddeger... ya se vuelven marquillas en la gente, etiquetas de venta... ¡lo importante no es leer! Eso lo hace cualquier culicagado de cinco años... la pregunta es, ¿qué hacés con lo que lees? ¿Atiborrarse de biografías y cuentos? ¿Vomitar filosofías impersonales? ¿elucubrar pasajes de ese gran pensador que es Paulo Coelho? Es más, ¿te acuerdas cuando empezaste las “Cincuenta Sombras de Grey”? Te dije que era una basura, vaya joya literaria...

-Hombre si... Te debo una disculpa... aunque esa vez caí por el influjo de esa recomendación que me hizo Ximena...

-Ah, la Ximenita...bella mujer... Ella era flaca,  fea y linda a la vez... lo tenía todo a favor y, con ese libro supuestamente sicalíptico, ya lo tiene todo en contra...

-Sí, lo sé... Pero viejo Manuel, contame, ¿vos creés que entonces esto no tiene salida? ¿que una relación no nos dará la felicidad tan anhelada?

-Somos forzados de nacimiento a estar felices, a la plenitud existencial sin dilación y postergación. ¿Realmente deseamos tal llanura sin altibajos? ¿será suficiente con buscar la tranquilidad perpetua ante la clara incertidumbre que siempre seremos? Ubicados entre nuestra moral impuesta y retrograda y la búsqueda de deseos potenciados, ¿lograremos encontrarnos plenos y realizados?  Es más, esa moral nos reduce a una categoría que, si entramos y clasificamos como miembros, seremos dignos de respeto, admiración y bienestar, ¿quién querría estar fuera de esa membresía y tales atributos?
Yo dudo mucho de todo esto... La satisfacción perenne es un estado utópico tan imaginario, tan intangible que sería irreal pensar que se alcanzara tal lugar en este exabrupto que es el tiempo-espacio actual. Y te digo algo más, una pareja no te dará la felicidad...ese “por los siglos de los siglos” no existe...

-Pero Manuel, el amor se puede dividir en muchas partes: el reconocimiento a mi pareja, amor a la respuesta de mi pareja ante cualquier situación, el deseo de sus afectos y su unicidad, complementariedad de caracteres y de gustos... ¡qué sé yo! La felicidad debería ser eso, ¿no?

-Lo sé, lo sé...Sin embargo, al parecer esto ya se ha vuelto reemplazable, de bolsillo... por pocas monedas tenés todo eso... ahora sólo nos volvimos un mísero envase retornable... un empaque para comprar y tirar...

-¡Pero como decís eso!

- Pégale una mirada a eso...¡no idiota! A la morena que va a tu izquierda... Mirá, lo que me gusta del otro ya no es su singularidad ni su unicidad, sino su dinero, su belleza, su fama, su ternura imbécil, su sensibilidad superflua o lo buen guitarrista que es. Parece ser que ya nos volvemos una única palabra que lo sintetiza todo, una palabra que enmarca nuestro gusto... Nos volvemos amantes del reconocimiento a las cualidades del otro, mientras que ese otro reconozca las mías enalteciéndome... ¡pero no amamos sin paliativos y sin reparos! Amamos las etiquetas: me gustan los hombres honestos, que sepan tratar a una mujer y que tengan una barba tupida... me gustan las mujeres que tengan armada su vida y que se depilen la entrepierna... Ya nos reducimos a una perjudicial categoría, a llenar espacios de lo que le falta al otro. Si tú tienes X, yo te daré Y; ¿qué es lo que me das? ¡Yo te daré!, ese es el intercambio puro y duro. Una transacción de devociones, un tráfico de afectos... Es decir, cada quien tiene sus gustos, sus pecadillos y sus inclinaciones...no tengo rollo con eso. Mi problema surge cuando sólo miramos la casilla, la cáscara y no miramos más allá, miramos en qué me puedes completar para que yo (y sólo yo) pueda sentirme pleno... 

-¿Pero acaso nos hemos vuelto así por el influjo del apego y nuestra falta de formación sentimental?

-Puede ser... Pero entendé que la parte que más me gusta de tu cuerpo es tu rabo de paja. Sé que si me lo que me preguntas es porque te ha pasado.

-¡Ah! Qué pereza vos... no empecés con el recordatorio con lista en mano de mis problemas, que sos experto en ponerme los trapitos al sol y ponérmelos “labio afuera”.

-¡Nah!... dejá de ser mojigato y llorón, ¡güevón! Además, el reconocimiento de los afectos no nos lleva a la eliminación del menosprecio. ¡Todo lo contrario! Al reconocer las cualidades del otro (o más bien defectos), encuentras el menosprecio, y éste lleva a la indiferencia... Se olvida la singularidad y las distinciones intrínsecas. Nos volvemos traficantes de lo que me gusta y lo que odio. Te detesto por ser tal o cual cosa. No me gusta que no limpies tus uñas de los pies, detesto cuando no me llamas y no ves mis llamadas perdidas, odio cuando me pones a esperar al frente de tus amigos, en fin, la lista es interminable... Pero ¿nos hemos cuestionado alguna vez por estas faltas? Parecen nimiedades, lo sé pero, ¿somos lo suficientemente coherentes para establecer relaciones entre lo que no nos gusta y nuestro actuar? ¿podemos sopesar nuestras querencias con nuestros vacíos? Además, ¿esperas comerte la deliciosa torta del afecto sin sufrir sus consecuencias, evitando las nueces amargas, los dolores de estomago debilitantes? ¿qué te sientas pleno sin estar sobrecargado de lo que acarrea una relación? No quiero hacerte una apología al dolor, ni mucho menos...Pero esperar que en una relación plena no haya aflicción y pena, es esperar la segunda venida de nuestro redentor Jesucristo, la execración evangélica de Torquemada o la absolución de Josef Mengele...Por cierto, ¿ya le diste una mirada a aquella flaca que va por tu derecha?

-Uf...qué mujer tan exquisita... pero ya Manuel dejá lo salaz, concéntrate... Seguí más bien...

-Está bien... mira, confesamos nuestros yerros y arroparnos con la imagen ilusoria de un mejor futuro... Nos ponemos a jugar en la balanza de nuestra justicia con nuestras acciones y nuestras lides, bajo la penitencia exploratoria de una conciencia tranquila y apaciguadora.... No nos queremos untar ni embarrar... Muchas veces buscamos el castigo al otro y la proyección de nuestro males hacia el otro, erradicando y jugando con nuestro pesar con el puñal en una mano y el corazón en el otro... la conjugación de la otredad realizada en un sólo pronombre: “yo”, “yo”, “yo”...

-A ver, a ver, como así...

-Pero a ver...además de pelele, ¡bruto pues!...

-Hablás demasiado enredado, ¿qué quiere que haga pues si no lo entiendo?

-Mira te lo diré sencillo, es más fácil que me arrastren que arrastrar juntos... una relación es una pequeña isla que navega entre el desprecio, el odio y los dientes del tedio... esas son sus ataduras... Sobre todo el tedio... porque, como bien de adquisición, nos sentimos a gusto con la variedad, con el intercambio, con lo constantemente sorpresivo (en eso somos gustosos consumistas). Por eso nos son tan gratos los encuentros furtivos nocturnos. De este modo si el factor sorpresa se pierde, ya no tiene gracia, ya no nos animamos... En el desliz de una noche, está implícita el imprevisto deseable, la sorpresa creciente y, además hay que agregarle tiempo de expiración... tiempo para no comprometernos con nadie. ¿Lo querrías más largo a riesgo de depender de esa persona? Nos sentimos seguros con la ausencia de ataduras... compensamos la falta de compromiso con el deseo de compensar nuestros anhelos de bajo vientre y nuestros impulsos soterrados.

-Por eso, pero entonces ¿no sería mejor caer en los brazos del sibaritismo sexual que en una relación que, tarde o temprano, caerá en el hastío de lo habitual y el aburrimiento de lo predecible? ¿acaso pretendemos no eximirnos de culpas y penas?

-Lo único que te digo es que hay que amar sin reparos, con corazón y fuerza...besar con ganas... disfrutar del enamoramiento hasta lo que dure... y buscar la singularidad del otro.. ¿qué esperabas? No soy  Rhonda Byrne o Deepak Chopra para decirte que hacer con tu vida. Por eso mi querido Joselo,  a pesar del querer y tratar de hacerlo, aún así queriendo cambiarlo, vivimos en una época donde nuestra perspectiva sentimental esta segmentada y, al parecer, no existen matices...¡hay que buscar los matices!... ¡relativizar!
Además, mirando la moral actual desde relieve, ya todo lo bueno tiene que serlo absolutamente; sin reparos, restricciones, fisuras ni disonancias... Así, igualmente lo malo, tiene que ser muy malo...¡mucho lo malote!... Y esa moral es cruenta, es sanguinaria y devastadoramente despiadada. Somos crueles por querer encajar en esa moral porque, después de todo, ella es quien dictamina lo que debe ser, lo que debe hacerse y lo que tiene que ser...sin excepciones... Y quien esté afuera es un sublevado, un sedicioso y merece ser castigado... y allí, en medio de toda esa guerra, están nuestros afectos. Ellos están sumidos en esa polarización que los arrastra de un lado a otro... Y así, si no somos cautelosos (situación que pasa más de lo habitual), también arrastraremos a los que queremos...
¡Y ya deja de preguntarme pendejadas!, más bien invita a esa flaca que esta allá a tomarse una cervecita...
                                                                   ***************
Que recuerdos... Así y todo, ya sentía cariño por Manuel. El bichito ya hasta me hacia caritas cada mañana al levantarme con mi cara de zombie reanimado... ¡pasamos tantas cosas juntos! Días mezquinos, días con lluvia, días sin lluvia pero con inicios de descomposición existencial, días de estrés pre-examen, pre-infartos post-examen... Ya Manuel se había vuelto en un compañero fiel, mi amigo de aire psico-nihilista, mi nuevo mesías redentor, mi alfa y mi omega, mi compañero de juego para el Yan-ken-po... Pero la inminente despedida llegaría... Sabía que, tarde o temprano, nos teníamos que separar...

Ya voy llegando a mi cita...

Después de las preguntas de rigor sobre mi estado por parte de la secretaria, la espera taciturna en el consultorio y un saludo caluroso con aroma a hospital de parte del cirujano, estoy acostado en una cama de hospital. Ahora, al entrar los auxiliares del doctor, miran con curiosidad a mi Manuelito... ¡se toman hasta una “selfie” con él!

Mi cirujano, antes de la anestesia,  me dice con marcado acento chileno:

-Muy bien señor Castaño...perdón, ¿te puedo decir Jose? Eres muy joven para llamarte por señor.

-Gracias doctor. Si quiere me puede llamar Jose y Acompañante.

-Déjame ver a tu acompañante...mhh... parece ser bastante grandecito...

-Si doctor, pareciera que lo he alimentado bien, ¿no le parece?

-Eso veo... Además tengo para decirte que será el mucocele más grande que haya sacado en toda mi historia como cirujano.

- Gracias doctor, ¿podría ofrecer un chupete como premio? No lo digo por mí, sino por mi  hermano siamés...

-No te preocupes... pronto quedará saldado este asunto...

Y así empezó la operación... y ya me estaba preguntando ¿qué haría ahora sin él?¿ con quién hablaría para que no parecer un idiota hablando para mis adentros?, aunque lo de idiota...bueno ya saben, aquí nada se le niega a nadie, ¿no? 

JLC 

Les cuento, ahora si en serio, que sufrir por ese “tumorcito” no fue nada grato. El mucocele (que nombre tan feo) por fin pudo ser extraído sin pena ni gloria. Pero eso sí, aquí les muestro  en exclusiva la última foto que se dejo tomar el viejo Manuel en su salsa (en aras del morbo puro)... ¡qué farandulero!

Además quiero hacer de este ensayo algo más interactivo.... Les envío unas dedicatorias con mucho cariño...
Words that we couldn't say de Yoko Kanno & The Seatbelts.




Casualidad de Nano Stern.
 







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