Un viejo escrito que me encontré...
“El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor.”
“...el grado de civilización de una sociedad puede ser Juzgado al entrar en sus prisiones”.
“...el grado de civilización de una sociedad puede ser Juzgado al entrar en sus prisiones”.
Fedor Dostoyesvski.
Sacale punta a mi lápiz, ¡tienes que hacerlo! Ya sabes, tengo tooooodo el tiempo del mundo, ¿no? Veras, así me respingo la idea de que podré afilar mis ideas. Sí, lo sé... Una idea bastante absurda y, sobre todo, rodeado del hedor de reclusión... Pero no importa, ya que estas aquí, lo entenderás. ¡Yo ya lo entendí! Parezco un canario... un puto canario caminando entre estas cuatro paredes ociosas que silban mi destierro...
Sé que te han contado cosas de las prisiones... Que las has visto como en las películas o como en los cuentos de Dumas... ¿aún sigues creyendo que tenemos al prisionero con la máscara de hierro durmiendo en un pajar? ¡Qué linda es la ilusión! Eso fueron otras épocas paupérrimas. ¡Pero eso si! Mucho más honestas que esta... Aquí cómo ves, sólo hay miradas vidriosa y deseos en etapa terminal; movimientos involuntarios y carcajadas estúpidamente acomodadas al ser espoleadas por nuestros miserable encierro... la naturaleza corrupta en su flor más rojiza.... y, por supuesto, adobado todo con dolor... mucho dolor...
¿Cuanto llevo aquí? Me parece que ha sido una eternidad; pero ya son tres años, tres largos años de abortar la cordura... Tres años, mi calvario, mi infierno...
Pero sigamos... Cada vez me siento más literato, tengo todo el tiempo del mundo para serlo. Como una novela de Dostoievski, levanto mi mirada y sólo veo reclusos con ojos frágiles y miradas perdidas en su encierro. Me preguntarás por el qué hago aquí, ¿no? Ya no importa la razón por la cual estoy encerrado, ni importa cuanto más estaré aquí...
Cada mañana veo a mi lado mi compañero de celda contar de manera inane y autómata los ladrillos en la pared. Las moscas rondan los barrotes y los chillidos de las ratas socavan nuestras almas escondiéndose al ver la luz solar mortecina.
Mi hueco toser me levanta y retumba sobre los muros... me hace recordar la soledad de mi cordura y mis ensueños perdidos. Los grilletes crujen ante los movimientos involuntarios y las facciones estultas de muchos de los presos se recrudece. Esta maldita tos retuerce mi cabeza exprimiendo mis avatares existenciales y me golpea aún más el sonido oxidado de los resortes de este colchón roído.
Me acurruco para sentirme ligeramente vivo... Abrazo mis piernas... no tengo más.... Ahora sé que mi cerebro ha estado ocupado en una misa de 24 horas. Sé que estuvo acompañando a dios; ¡sí, a dios!... a esa máquina prefabricada para servir a las pasiones; restrictivo y duro; contumaz y perenne; aguerrido y paupérrimo; gobernado a su capricho y querencia. Sé que me incomoda su presencia con sus arrogantes adalides y su pendenciera justicia... Los presos se aferran a él...¡no sé ni para qué!. ¿Me creerías si te digo que esa pantomima de rezar sólo le queda bien a los mimos?
Él ya me ha derribado muchas veces... ¡Oh!, ¿no lo sabias? ¡lo hizo!... No lo volverá a perpetrar, ¡mierda, eso te lo juro! Él no me prestó ningún servicio con las esculturas de sus quimeras, turbó mi espíritu sin iluminarlo, y debo odiarle en vez de agradecerle. Desesperanzador, ¿no? No te preocupes, para aliviarte sólo es cuestión de que quites los cerrojos de la ilusión, escapar de esté oscura reclusión y podrás escabullirte.
Sé que te han contado cosas de las prisiones... Que las has visto como en las películas o como en los cuentos de Dumas... ¿aún sigues creyendo que tenemos al prisionero con la máscara de hierro durmiendo en un pajar? ¡Qué linda es la ilusión! Eso fueron otras épocas paupérrimas. ¡Pero eso si! Mucho más honestas que esta... Aquí cómo ves, sólo hay miradas vidriosa y deseos en etapa terminal; movimientos involuntarios y carcajadas estúpidamente acomodadas al ser espoleadas por nuestros miserable encierro... la naturaleza corrupta en su flor más rojiza.... y, por supuesto, adobado todo con dolor... mucho dolor...
¿Cuanto llevo aquí? Me parece que ha sido una eternidad; pero ya son tres años, tres largos años de abortar la cordura... Tres años, mi calvario, mi infierno...
Pero sigamos... Cada vez me siento más literato, tengo todo el tiempo del mundo para serlo. Como una novela de Dostoievski, levanto mi mirada y sólo veo reclusos con ojos frágiles y miradas perdidas en su encierro. Me preguntarás por el qué hago aquí, ¿no? Ya no importa la razón por la cual estoy encerrado, ni importa cuanto más estaré aquí...
Cada mañana veo a mi lado mi compañero de celda contar de manera inane y autómata los ladrillos en la pared. Las moscas rondan los barrotes y los chillidos de las ratas socavan nuestras almas escondiéndose al ver la luz solar mortecina.
Mi hueco toser me levanta y retumba sobre los muros... me hace recordar la soledad de mi cordura y mis ensueños perdidos. Los grilletes crujen ante los movimientos involuntarios y las facciones estultas de muchos de los presos se recrudece. Esta maldita tos retuerce mi cabeza exprimiendo mis avatares existenciales y me golpea aún más el sonido oxidado de los resortes de este colchón roído.
Me acurruco para sentirme ligeramente vivo... Abrazo mis piernas... no tengo más.... Ahora sé que mi cerebro ha estado ocupado en una misa de 24 horas. Sé que estuvo acompañando a dios; ¡sí, a dios!... a esa máquina prefabricada para servir a las pasiones; restrictivo y duro; contumaz y perenne; aguerrido y paupérrimo; gobernado a su capricho y querencia. Sé que me incomoda su presencia con sus arrogantes adalides y su pendenciera justicia... Los presos se aferran a él...¡no sé ni para qué!. ¿Me creerías si te digo que esa pantomima de rezar sólo le queda bien a los mimos?
Él ya me ha derribado muchas veces... ¡Oh!, ¿no lo sabias? ¡lo hizo!... No lo volverá a perpetrar, ¡mierda, eso te lo juro! Él no me prestó ningún servicio con las esculturas de sus quimeras, turbó mi espíritu sin iluminarlo, y debo odiarle en vez de agradecerle. Desesperanzador, ¿no? No te preocupes, para aliviarte sólo es cuestión de que quites los cerrojos de la ilusión, escapar de esté oscura reclusión y podrás escabullirte.
Salgo de mi cama, alzo la mirada a mis barrotes, me arrodillo y rezo: quisiera agradecerte, señor mio, porque me has turbado, porque se que cada ve que piso este suelo, tendré el recuerdo de mis más profundas pasiones totalmente rotas y que sólo tú me las has cohibido; te tengo presente en mis sueños como una querella entre el dolor y el sufrimiento; turbas mis sentidos con tu existencia y sólo edificas miserias en mi conciencia.
¡Shhh! ¡Cuidado! No hay que hablar, ¿lo oyes?... Ahora mis pensamientos son interrumpidos por la bocina de la prisión, quejumbrosa e hiriente... retumba a los mil vientos la gangosa y roñosa voz de las tareas matinales. Zumban en mis oídos la adusta voz de naturaleza corrompida del jefe de la prisión. Las celdas se abren lenta y pesadamente para ver sólo semblantes cansados y los presidiarios se arrastran ante una nueva y pesarosa cotidianidad.
¿Libertad?, ¿Derecho ante el tribunal? ¿Igualdad? ¿Sentido común? ¡¿Pero qué dices?! Aquí, poco a poco, nos envuelve la esperanza travestida, el padecimiento asalto por giros rutinarios y los gordos carceleros solapados.
Bajamos a comer... ¡Mira!, creo que dentro de poco prenderán la televisión. Nos irradiará con sus lucitas matutinas y, como si nos hubieran cosido los ojos, ¡no podemos parar de verla!... de adorarla. Lentamente se acerca el carcelero regordete con su mirada porcina ha cambiar el canal. Le grito desde mis adentros: ¡por favor!, no la apagues..., por lo que más quieras, ¡no lo hagas!, es lo único que me apaña en este mundo persuasivo que me invade. Quiero ver como agitan el culo en el comercial de gaseosas, quiero ver a mi gente en defenestración moral, ¡esa es “mi people”!, quiero ver “realities irrealities”, quiero ver caprichos sexuales y corrupción de menores; quiero telenovelas sin comerciales... Todos, de todos los tipos... ¡Completicos todos!, que me recuerden que estaré mejor allá que aquí... o que me recuerde que no estaré mejor ni allí ni aquí...
Va y viene la rutina... me preguntarás, ¿realmente estaré aburrido?, ¿será que nunca se ha ido lo expectante? ¿se habrán suicidado mis palabras? Recuerda que esto es como una sala de cirugía; es una autopsia lícita donde recogen y profanan nuestros restos, nuestra intimidad, nuestra conciencias. Te sacan uno a uno tus sentidos, ¿estarás ya preparado ya para la rutina?
Le cuento a mi psicólogo y moralista personal... ¡Mira disimuladamente!, si detrás de mi... Aquel grandulón del 305... En fin... A él le conté que aún abundan mis pesadillas entre los barrotes, que me he vuelto maníaco-dependiente a las lentejas carcelarias; que sufro de esquizofrenia por convivir con la realidad y mi pesarosa existencia; y que probablemente el preso de la 203 está enamorado de mis secas posaderas. Él, aferrándose a mi cama, con su profundo conocimiento de la psicología presidiaria, asiendo teorías conductuales de Skinner y Pavlov y, con la profundidad de su colorida y profunda voz, me dice que me va romper la cara sino me callo y pondrá mi prepucio como monumento a los caídos.
Pero, ¿qué quieres que haga? ¡¿no dicen que el que guarda malestares guarda pesares!? O, ¿no era realmente así que decía el proverbio popular? No importa ya... ¿Qué quienes fueron mis jueces y mi jurado? Supongo que alguien, ¿no? ¡Eso ya no importa! Lo que importa es que en cada uno de nosotros hay un vago, un iracundo, un vicioso, un haragán, un libertino, un pequeño tirano, un melancólico... por eso pagamos condena... Por la concepción no ejecutada, por ser delincuentes in fieri, por el potencial de la suspicacia. ¡Recuerda!, un apresado antes de la ejecución de su pecado, reflejará una sociedad en paz e inocencia en su bienestar común... ¡Todo el mundo feliz después de que hayas pagado! ¡Hay que cuidar las buenas costumbres de nuestros conciudadanos! La buena y barnizada lógica y el presentimiento ante el delito es nuestra mejor arma contra los opositores y antagonistas de esta cofradía humana, ¡Viva nuestra sociedad impoluta y libre de pecado!
¿Oyes? Escucha... Son los reclusos reunirse alrededor de su platica impertinente; esos que hablan sobre el último arroz chino que se comieron en patota y tenía pupas de cucarachas; esos que sus risotadas estremecen las verjas y se ríen de los mismos chistes pornográficos transmitidos por diferentes canales; esos que siguen burlándose del último bufón de turno y de sus chistes trasnochados, pedigüeños y morboso.
¿Los viste? Bueno, no importa ellos no se fijaron en ti por fortuna... Estaban desmembrando por partes a esa nena que esta visitando al 475... A esa nena de pantalón blanco descaderado, a ella que sólo le queda refugiarse en sus moretones y frustraciones... ¡Ay! En fin...
¡¿Como que no lo tenés claro?! ¡Después de todo lo que te he contado! Deja tu cinismo que ese soló le queda bien a Macbeth. Yo ya no soy persona, no soy dueño de mi vida, no tengo voluntad, mi poca autoestima ha sido mutilada, acallada a patadas; esas bonitas cualidades, esa defensa de mi individualidad, esa autonomía emocional y libertad para ejercer mi propia personalidad fue arrebatada desde que entre aquí; desde que el último sello de este encierro sonó aguda y profundamente.
Ellos me necesitan, lo sé... ¿Cómo que por qué? Pues para sentir poder sobre alguien, necesitaba reafirmar sus carencias, necesitaba alguien a quien humillar a quien doblegar para sentirse menos miserable, para sentirse más fuertes...
Se hace tarde. ¿Ves la hora? Será mejor que te vayas y yo también...Los guardias me apuran... Mañana tendré que volver... Sí, debo retornar mi encierro, mi blanco encasillamiento... el “bip” de la puerta giratoria de la salida de la prisión, al poner mi tarjeta de acceso, me abre camino a mi celda en este encierro desesperante...
Como es de público y notorio conocimiento, la cárcel desde tiempos inmemorables, es la casa del delincuente, mas allá de ser pabellón policial o de fuerzas de seguridad que, in aeternum, el uno no deja de ser la cárcel y, por otro, no deja de albergar delincuentes.
A.A.K
Un clásico salsero... El preso de Fruko y sus tesos con Wilson Manyola
Graham Nash con Prison Song
Thin Lizzy - Jailbreak
James Carter - Po Lazarus
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