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Del todo y de nada... La alusión de un rastro de lo que nos pertenece... O quizás para rayar un poco de lo que queda...

lunes, 23 de noviembre de 2015

El Andariego (Solvitur Ambulando).



Salgo sin rumbo y sin camino
que mis pasos me lleven donde sea
menos aquí,menos allá,
atrás cierro sin trastabillar.

Quizás encuentre paz desde la esquina
los adoquines me muestren sólo mierda,
las ramas rozan mi cabeza
y mis pensamientos se los lleva el viento.

Las calles se abarrotan lentamente,
no quiero la cercanía de nadie,
es la paz lo que busco,
es la ablación del recuerdo.

Miradas fugaces, miradas furtivas,
ellos me miran y yo los miro
se ve que ellos temen por algo,
a lo que siento que es muy mio.

Los edificios y las vitrinas me rodean
siento el amanecer inmortal del brillo frío,
un brillo que no calienta,
un brillo que siento postizo.

Paso raudo por almacenes y restaurantes,
un poco más de aquí y de más allá,
un mundo acicalado y cicatrizado
la belleza y la nada del que calla.

Todos parecen tener un destino y un rumbo
¿será acaso el mismo escarpado camino?
¿Será la misma senda de mi designio?
¡No quiero!Maldigo ese paso cruel y ladino.

Herido de muerte, me siento a esperar,
la señal se muestra cruenta y feroz,
mis pasos no se alivianan y mi peso no aligera
el viento hela mis huesos y no calma mi ceguera.

Así, escuerzo pero obstinado, decido seguir,
la entropía la conjugo y me uno a ella
¡eso es!,es lo único que me resta
Después de todo, ¿qué más me queda?

Y pisada tras pisada, me aproximo más
sin saber el rumbo, llego a este lugar,
mirando desde lo hondo, siento mi abismo,
¡es aquí mi destino!, ya no queda nada, sólo saltar...



J.L.C

Walking Blues - Robert Johnson


viernes, 20 de noviembre de 2015

El Cómo Me Ampute La Vista y El Arco Iris de Sonidos...




"No rompas el silencio si no es para mejorarlo."

Proverbio chino.


"Al menos tres caminos se distinguen para la audición de este sonido:
el sueño, la muerte y la voz del viento."

Eusebio Ruvalcaba.



Hace un calor infernal el día de hoy. Me encuentro a 37°C a la sombra en un pequeño parque cercano a mi laboratorio y estoy acompañado por un par de colegas. Almuerzo bajo el hombro, nos disponemos a descansar un poco de nuestras actividades y rutinas. Al sentarnos en unas bancas metálicas a la sombra de un árbol, una suave brisa nos refresca deliciosamente.

-Voy a poner algo de música. Hará más llevadero el calor.- Me dice uno de mis acompañantes sacando el celular. Bernardo, con su brazo moreno, enciende el aparato y pone su almuerzo en la mesa.

-No, no lo hagas... No me gusta tu música y lo sabes... Además, me gusta cuando callas porque estás como ausente...- le digo arqueando una ceja.

-¿Qué me quieres decir con eso?- Me dice con cierto asombro.

-Bueno, para empezar lo dijo un poeta... Era comunista... y te lo subrayo por tu amor al comunismo.

- ¡Esa parrandada de imbéciles! ¿Por qué no podemos comprar nuestras cosas y progresar por nosotros mismos? Pero espera, no entiendo eso de “no-se-qué ausente”...


 -Creo que todo te lo tomás demasiado en serio, ¡relájate hombre!. Además, tu concepto de comunismo está errado... pero no quiero discutir sobre política contigo ahora... me fatigo de sólo pensarlo y estoy hambriento, ¿cierto Beatriz? - Le dije mientras giraba mi cabeza al encuentro de esos preciosos ojos verdes de esa bella mulata... Además, era en serio. Me sofocaba tan sólo exponerle las diferencias entre comunismo, socialismo, marxismo, lenninismo, stalinismo, castrochavismo... ¡en fin!. Me fatigaba en exceso porque primero, él no lo quería entender después de habérselo explicado siete mil veces; segundo, estaba haciendo un calor que me cocinaba en mis jugos (sólo me faltaba la papa y el arroz para el suda'o); y, tercero, ¡tenía un hambre feroz como para devorarme un brazo!

- Hablemos mejor de tu amigo con derechos Beatriz. Aquel gladiador del que tanto te embalentonabas, ¿te parece?- Le decía mientras destapaba mi almuerzo calientico.

- Pues ya no es gladiador y es un tontazo que me dejó por una boba del laboratorio de bioquímica- Decía indignada mientras se sentaba ante mi...

¡Oh, demonios!, ¡oh, sagrado dios del averno!, ¡oh, gran y glorioso bochica!, ¡oh santa mierda!, ¡craso error! Yo y mi bocota... En ese momento, llego la maldición de Bernardo y mía. Nuestra querida acompañante no paraba de parlotear sobre su desplante. Su voz se volvía chillona y desesperante, mientras su hermosura se descomponía como cadáver sepultado en cal. Su perorata me aburría a muerte... Incluso Bernardo, y que sea todo dicho, es más tolerante que yo para esas conversaciones, llego al grado de saturación de implorarme con sus ojos negros que habláramos sobre el comunismo.... Así y con tedio cucharada tras cucharada, me puse a mirar a mí alrededor mientras la sexy bocona no paraba de hablar... pero, de repente...


-¡Escucha!- Interrumpí a mi amiga... Señalé un pajarillo rojo y muy encopetado (se llama cardenal), que se aproximó a una rama cerca a nosotros y empezó a trinar.... era un dulce y fantástico gorjeo. Quedé eclipsado...


-¿¡Qué pasa!?... ¡ah! Es un pájaro...si muy lindo... como decía....

-No mujer, en serio... ¡Escucha eso!- Le volví a interrumpir...






Tomado de https://ecojugando.files.wordpress.com/2016/01/pyrocephalus-rubinus-charles-sharp-wikipedia.jpg?w=816&h=9999


Por supuesto mi amiga lo tomó mal y no me acompañaría nunca más a mis almuerzos en el parque. No sé si fue un alivio revelador (por sus enconados cotilleos sobre sus posibles pretendientes), o un tormentoso arrepentimiento (Estaba buenísima). Sin embargo el trino de ese pajarillo, dulce, variado y agudo me deleitó lo suficiente como para olvidarme de mi amiga buenona con sus chillones alegatos y de Bernardo con su aparatito bullicioso. A partir de entonces, empecé a visitar recurrentemente el parque para sólo escuchar el cántico siempre presente del cardenal durante varias semanas...

Durante ese tiempo, me cuestioné sobre los sonidos que nos rodean; el discernimiento preferencial que tenemos por ciertos sentidos; el gusto de enmascarar los sonidos que podríamos disfrutar con música en los audífonos, mini-parlantes y demás aparatejos; la poca atención que damos a eventos sonoros que pasamos por alto...

A veces lo visual me abruma y sólo quiero cerrar mis ojos. Me pasaba muy a menudo cuando veía televisión. Había tal descarga de imágenes vividas, iconos móviles, iridiscencia brillante y atracción visual que me intimidaba e hipnotizaba... pero todo empezó a cambiar desde que empecé a estudiar por mi cuenta lo que significa escuchar... lo que significa amputarme la vista...

No los culparía si les gusta mirar... ¡Es algo genético! Somos seres con una evolucionada visión. El dominio superlativo que tiene la vista respecto a los otros sentidos es mayúsculo (como dato ñoño les contaré que el ojo puede detectar 100 fotones bajo visión escotópica). Sin embargo la obsesión por lo visual y su carácter amortiguador sobre los sentidos, en especial el oído, nos hace olvidar maravillosos y fantásticos lugares con conciertos audibles hermosos (por eso me atraía mi amiga, pero no soportaba ni sus conversaciones ni su voz). Somos el diseño de estimar continuamente más lo visual que lo escuchado. Somos seres que administramos más la información visual que la sonora. Por lo cual, la audición queda en segundo o tercer plano sin prestarle muchas veces atención. Sin embargo, esto no quiere decir que no se adapté (o se pueda adaptar) nuestro cerebro al procesamiento cuidadoso y detallado de una fuente sonora... y esto no será simplemente limpiando los oídos con pequeñas torundas de algodón.

Por ejemplo y, particularmente en estas flacas carnes de quien les escribe, ahora que sé como calcular decibeles, las frecuencias, los espectros, la reverberación, los armónicos, las vibraciones, los espejismos sonoros y un largo etcétera que, desde la ciencia, me muestra los recovecos técnico-científicos, siempre me quedo con el sinsabor del “más allá" sensorial, del sonido como objeto de trascendencia sensorial y emotiva. Es como si faltara algo más, como si, a pesar del enorme componente epistemológico que acarrea el estudiar el sonido, me fuera ausente un componente sensible que no sé describir con exactitud.


Así, habiendo hecho mi “desmembramiento sensorial”, encontré que uno de los momentos más puros de abstracción que puedo tener frente a todo el universo, encarando toda una avalancha de tecnología circundante, son los momentos de soledad y, específicamente, la soledad consumada con sonidos que me envuelvan. Sentirme avasallado por una canción recordatoria, un cántico deslumbrante, un silbido melódico e incluso una simple discusión familiar sobre cualquier nimiedad sin la intervención de ningún tipo de tecnología (cosa que ya se ve poco), me da un enorme un regocijo. Hace sentir que mis oídos disfruten de tantos eventos sonoros y sea enriquecido con una sensibilidad que se incremente...




"La música es el territorio donde nada nos hace daño."

Andrés Calamaro.



De tal manera que, si pudiéramos amputarnos los sentidos y dejáramos sólo la audición como única vía de entrada del mundo circundante, sabríamos que nos estamos perdiendo en un océano de fruición auditivo. La anulación de la visión nos permitiría “saborear” los placeres auditivos sin restricciones. Hemos perdido la habilidad para deslumbrarnos y para embelesarnos con los sonidos naturales. ¿Han cerrado los ojos en un concierto de música clásica o música folclórica para precisar y degustar cada instrumento? Inténtenlo y, si se duermen, no hay problema... ¡alguien los codeará!... Hagan el intento de cerrar los ojos y concéntrense lo máximo posible... Los ayudo con ésta bellísima aria. Separen sonidos, focalicen su atención hacia ese pequeño universo sonoro, desbaraten y unan todos los instrumentos y, sobre todo, presten atención... Hagan el ejercicio con esta preciosa interpretación:





Si no se le movió ni siquiera un pelo de su cuerpo, deje este blog inmediatamente y tómese un par de tabletas de benzodiazepina, dos porros de “cripa”, una inyección de diazepam y dilúyalo en una botella de vodka a ver si lo mueve algo en este mundo. Si después de ese salpicón no se le agita un pelo, done sus órganos auditivos, ¡no los desperdicie más!

Por supuesto la música es el primer objeto para educar nuestro oído. Nuestro cerebro reconoce estructuras de relaciones entre distancias entre las notas musicales, entre relaciones entre tiempos y cadencias rítmicas, entre una buena entonación y un desafine total... O sino escuchen estás maravillosas obras por reconocidos artistas... ¡Escojan el que quieran!






Ellos, los guapos, los siempre muy entonados, los siempre muy en su tono gemebundo como perenne... (Mi preferida fue la siempre rubia Britney y sus brinquitos rítmicos... ¡Qué buen trabajo de audio tiene nuestra siempre bella princesita del pop!.)

Por otro lado, si usted es uno de los que dice que no tener oído o no tener cualidades para la música, es un mentiroso contumaz. Su cerebro reconoce automáticamente elementos de disonancia y distancias entre ritmos. Por tal motivo, puede usted diferenciar una canción que usted prefiera con el ruido que genera una lata de lentejas llena de piedras rodando pendiente abajo...




“La música se ha hecho para lo inexpresable.”

Claude Debussy.



Hace unos meses (y siguiendo con las anécdotas), en algún café de esos presuntuosos ñoños neo-hippies de alta moda que les gustan las películas de Jodorowsky porque quieren tener una experiencia “retro-psicodélica” llamados hipsters, me encontré algo fabuloso (no, no fueron ni mujeres desnudas bailando al son de un buen son cubano, ¿qué esperaban en un bar de hipsters?). Fuera del café, se había instalado un piano y, con timidez pero decidido, me acerque como quien quiere y no quiere la cosa a tocar las teclas del piano. Medio me sabia “bésame morenita y la empecé a trastabillar... ya saben como es, ¿no?


Después del fracaso de no recordar más que unas cuantas notas, me senté ante este pintarreteado pero descomunal piano. Algunas personas vieron lo que hacía y voltearon su mirada, pensando que sería un Schubert en potencia o la reencarnación de Arthur Rubinstein. Me senté a tocar las pocas notas que me sabia de “Cachipay” (de esa me sabía un poquito más) y de inmediato las notas entonadas pero mal tocadas retumbaron en el lugar. Que decepción se llevaron todos... Pero, ¿qué esperaban ustedes? Con lo único que soy bueno con las manos es para revolver la espuma del jugo de lulo. Así, ante la mirada de todos y mi desencanto, las notas sonaron fatales y la gente siguió en lo suyo evitando mis yerros ante el armatoste sonoro. Ante tal salvajada de mí parte un salvador o, diría yo, un alentador en pantaloneta, desarreglado y harapiento se me aproximó y me dice: -Compañero, así mismo fue como empecé en este negocio. Hay cosas que requieren su tiempo, si gusta le enseño un par de tocadas que me gustaría compartirle. Con una vergüenza que me llenaba todos los poros y un sonrojo que me llegaba hasta las tetillas, le dije que me enseñara...

No se alcanzan a imaginar lo que este hombre es capaz de hacer con 10 dedos y un mísero piano. Un blues alegrón y desgarrador salió súbito de ese mugriento piano que despertaba con lentitud. Las notas sonaban coherentes, plenas, llenas de vida... ¡al carajo mis dedos torpes! Una emoción grandísima me lleno al verlo tocar, pero, sobre todo, la música fue regocijante... Al terminar tal preciosidad, un aplauso llenó el lugar...

Canción tras canción el ambiente del lugar cambió radicalmente. Se sumió en una real rapsodia bohemia (con el perdón de Queen) y mi profesor de piano descargaba blues cantado con un alma que nunca pensé escuchar en ningún lugar. Fue una experiencia auditiva inimaginablemente placentera. 


"Mientras que el sonido, ajeno a la vida, siempre musical,
cosa en sí, elemento ocasional no necesario,
se ha transformado ya para nuestro oído en lo que representa para el ojo un rostro demasiado conocido,
el ruido en cambio, al llegarnos confuso e irregular de la confusión irregular de la vida,
nunca se nos revela enteramente y nos reserva innumerables sorpresas."

Luigi Russolo.

Si bien ahora la música encuentra en la actualidad una manera de intervenir esos sonidos, una manera de sintetizarlos, cambiarlos, provocarlos o mezclarlos, no deja de ser un producto sintético... ¡No me malinterpreten!, no diré que la música no me gusta porque pecaría de falso e hipócrita obstinado, pero no puedo dejar de lado la pureza de un sonido de fuente natural. Me encanta simplemente cerrar los ojos y pensar que todo puede ser escuchado: el viento, los pajaritos, las ramas de los árboles en movimiento... Así, cuando me aíslo en alguna montaña lejana o en algún parque, los ruidos más fuertes que irrumpen no son ni intensos, ni prolongados, ni variados. La naturaleza es silenciosa y serena... eso sí, exceptuando los movimientos telúricos, los huracanes, las tempestades, los aludes, las cascadas y demás fenómenos magnánimos. Por cierto, eso me recuerda darles otro dato ñoño. La explosión del Krakatoa en Indonesia ha sido el evento sonoro natural más fuerte escuchado. ¡Pudo escucharse a 4500 Km a la redonda! y pudo ser escuchado durante toda la noche... Se dice que sonaba como "los bramidos lejanos pesados de cañones".


"Tan difícil es para el hombre imaginar un ruido apocalíptico como imaginar un silencio absoluto."


R Murray Schaffer.


Uno de los recuerdos sonoros y remembranzas más bellas ligadas al sonido que tengo más presente es el canto de los canarios. Mi abuela paterna solía criar canarios como un método de acompañamiento sonoro todas las mañanas. Ella me llama a desayunar: "José, mijo... es hora de levantarse. Baje a desayunar que se le enfría". Ella, acto seguido, baja las escalas hasta el comedor y luego silba limpiamente una nota constante a un canario enjaulado que siempre le respondía con su trinar agudo. Éste llenaba la casa completamente, convirtiendo la mañana en un tiempo apacible, cálido y fresco.

Así, un simple sonido nos rememora eventos que, de tan sólo escuchar un silbido, un pasaje, un acorde o una voz, nos evoca a recordar un momento inolvidable. Siempre es bueno guardar silencio para escuchar e invocar el recuerdo. Es la persistencia de un sonido lo que provoca que nuestros recuerdos no sólo seamos dependientes de nuestra visión. Somos testigos auriculares de muchos acontecimientos personales y sociales que, como constructo completo, complementan nuestra memoria individual y colectiva. Podemos llenar de simbolismos una canción, un trino, un ladrido. ¡Nuestra vida está acompañada siempre de ruidos! Estos llenan de poesía y memoria cualquier evento sonoro con gran calidez y familiaridad.


“La vida de antaño se basaba en el silencio. 
En el siglo 19 con la invención de la maquinaria, el ruido había nacido. 
Hoy, el ruido reina y triunfa supremo sobre las sensibilidades del hombre.”

Luigi Russolo.


Por otro lado los ruidos de carros pitando y resoplando con estruendosas gargaras, las motocicletas roncando con estrépito por doquier en las ciudades, la gente gritando para hacerse escuchar, los martillos neumáticos abriendo heridas en las calles,... ¡es un infierno audible! Del que sólo nos queda resguardarnos en nuestros reproductores de música y marchar entre tal remolino de ruido. Pero, ¿y si hiciéramos algo con esos sonidos? Podrían ser objeto de alguna banda musical diferente. Luigi Russolo en algún momento le hizo un tributo pensando que sería la sinfonía del futuro. Su obra se llama “El despertar de una capital (Intonarumoris)”:




Sí, ya sé lo que me van a decir, “ese flaco está como una puta cabra invitándonos a escuchar ruido”... Supongo que tienen razón. Sin embargo, la única manera de interiorizar la “sinfonía” es que traten de reflexionar no en lo que ven sino en lo que escuchan, ¡hay que quitarse las orejeras!. Hagan el ejercicio de cerrar los ojos por un momento y escuchen la sinfonía... ¿qué les rememora? ¿les gusta? ¿es difícil escucharla? ¿Se consideran atávicos por no gustarles o les gusta por su experimentación? En esto de los gustos sonoros es similar a la pornografía: hay para todos los gustos...

“El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de los ruidos.”

Miles Davis.

Dicen que el silencio lo vuelve a uno loco. Lo que vuelve a uno loco es el ruido.”

Manuel Mejía Vallejo.

Nuestra cabeza ya tiene que imaginar el silencio dado que los espacios de silencio (denomínese estos como espacios donde no es posible escuchar sonidos provocados por seres humanos), no es posible encontrarlos con facilidad y, los que se tienen, se desconocen o están a punto de desaparecer (¿Han escuchado algún avión sobrevolando cuando están caminando por bosques, parques naturales o en el campo? Les doy la respuesta: no se acuerdan y lo más seguro es que haya sucedido)...


Incluso si buscamos un lugar en la ciudad “aislado” tal como un supermercado, una cafetería, una sala de espera habrá algún tipo de enmascaramiento con ruidos o música de fondo que modificará el ambiente del espacio. Si bien hay ruidos (naturales o no), muchas veces la música dentro de uno de estos espacios tiene como objetivo particular la “perfumería sonora”, buscando adorno y bienestar en el recinto abocando al desprendimiento del espacio sonoro real. Incluso se busca compañía (como en el caso de una ama de casa que enciende la radio para sentirse acompañada), mayor consumo y quimérica calma (como un café regalado en un supermercado donde está demostrado su impacto en la compra del consumidor). Nos sentimos incómodos ante el silencio y nos desesperamos ante su abrazo, ¡nos desesperamos!. Buscamos el refugio de la música de fondo, encendemos la televisión por compañía y buscamos de relleno sonoro...


A pesar de querer escapar de todo lo anterior, sé que es difícil escapar de la presencia de ambientes sonoros ficticios. Ademas y, al parecer, el silencio se nos hace un martirio cuando está presente. Estamos claramente habituados a algún tipo de trasfondo sonoro que, cuando desaparece, nos hace sentir incómodos y aprensivos. Agregando también que escapar de los motores de combustión interna, aviones, tráfico rodado, la nueva enfermedad sonoro-venérea del reguetón, los alaridos de los jueces del Yo Me Llamo o (de cualquier país o realities shows similares...¡puaj!) se convierte en una tarea cada vez más difícil... Sé que buscamos muchas veces el silencio, pero el silencio como supresión total de sonidos no existe sino en cámaras anecoicas. Nuestro sondeo siempre radica en encontrar un lugar apartado de todo marrullo y ruido para hacernos ausentes y disfrutar de sonidos naturales y relajantes. Esos sonidos siempre han estado allí desde antes de nuestra aparición como chimpancés evolucionados. Podemos aprehender esos sonidos y transportarnos a un pasado y recuperar parte de nuestra historia a momentos donde nuestra historia no había sido escrita porque, después de todo, el viento, el mar, el movimiento de los árboles son, comparativamente, eternos al lado de nuestra corta existencia.


Así, cierren sus ojos una vez en un espacio tranquilo que disfruten y escuchen el arco iris sonoro que los deleite más... Déjense llevar y no teman al silencio...


J.L.C.

Quisiera invitarlos a que le den una mirada a esta excelente charla de Bernie Krause y la voz del mundo natural... vale la pena y está en español... 
¡Un abrazo sonoro!








miércoles, 28 de octubre de 2015

Una Provocación...

Esto es provocador,
como la esencia pura de la noche,
mientras la tensión se agolpa en los dedos...
No puedo parar de escribir...
¿a quien más sino a ti escribirte?

No tengo un por qué...
¿Tendría que buscar una justificación?
¿un clavo en el café?
¿o quizás un aroma entre tus gestos?

No puedo dejar de pensar que debí preguntar más...
Tantas respuestas, tanta más incertidumbre...
me volqué hacia tu ojos, como la quintaesencia misma de tu vida...
¿serán mis excesos o mis agolpadas preguntas?

Quizás creías que yo buscaba en ti la costura y el dedal,
¡el equivoco de mi perdición sin habla!
¡Soy hijo del agobio!
Se me anuda la garganta ante ti...
¿qué más puedo hacer? Tu voz inunda y clama mi escucha...
¿Para qué agregar mis pensamientos?

Son el estorbo, la impureza de lo innecesario...
¿a quien más sino a ti latirte?
No tengo un por qué...
¿Tendría que buscar una justificación?
La tengo...
Una invocación provocadora,
¿te gustaría otra copa de vino?

JLC


Queridos lectores esporádicos...

Disculparán ustedes la falta de escritos recientes pero tengo nueva novia y, como sabrán ella consume toda mi energía, aliento, fuerza vital y mis consabidos chacras sexuales. Se llama Tesina, de apellido Malditaseas...creo que es como mapuche, española o gringa... vaya usted a saber que orígenes tiene tan consabida mujer. Lo cierto del caso es que esta ilustre muchachita me tiene cogido de las pelotas desde hace un buen rato y es sumamente celosa y, como dice el refrán "si es celosa cansa pero, si no lo es, ¡irrita!"...

¡Un abrazo!


lunes, 5 de octubre de 2015

Encuentros en Una Calle de Ningún Lugar...



Para Lori y Alice...

¿Y si este mundo fuera el infierno de otros planetas?
Aldus Huxley

Las personas no se dejan vencer por las
Circunstancias o por fuerzas que vienen de fuera,
sino de las que nacen en el interior de sí mismos”.
Banana Yoshimoto.

-Después de todo somos humanos y es claro que nos podemos equivocar...- Pensaba Allison con un aire de auto-consuelo que sólo buscaba un alivio inasible y veloz. Hace unos meses había terminado con su novio y su dolor se incrementaba ante su desesperación y suponía, con auto-sugestión continua, que no había creído haberlo amado... Ahora sabía que lo sintió plenamente y su dolor se lo recordaba constantemente...

La brisa fresca movía sus cabellos, mientras se dirigía a la cita con su ex-novio. Esa cita que se veía inexpugnable y sin dilatación; era la víspera de una conversación dependiente de un consuelo ilusorio.

Hacia unas semanas lo había querido ver, pero su cita se canceló de manera intempestiva. Recordaba aquel suceso y le dolía aún... ¿por qué la había cancelado? ¿no quería verla? ¿es que acaso su tiempo no valía? ¿era acaso un títere para su ex-novio? ¿Su amor había perdido algún atisbo de anhelo y era presa total de la cruel incertidumbre?  ¿ella era acaso una pieza más de un cruel juego de Lego que sólo servía para encasillar y ensamblar cuando a él le convenía? A pesar de sus dudas, ella lo quería aún con esas ganas perennes al iniciar un idilio, sin tapujos y sin reparos... Incluso extrañaba esa arraigada manera de besarla que disfruta incluso cuando ella se enfadaba por sus retrasos al recogerla en la universidad. ¡Sí!, sentía que esos besos era la demostración cumbre de su afecto, su vanagloria y la cumbre de su enamoramiento.

Las calles estaban llenas de transeúntes de caras desgastadas, con ese espíritu mercenario de complementar sus existencias rutinarias con televisión y su ímpetu desgastado de conseguir más dinero para sus parafilias yéndose al centro comercial “El Diamante”. Ella los observaba sabiendo que ellos querían la innoble sensación inveterada de aplastarse en sus casas a mascar sus preocupaciones y roer su tedio.

Los párvulos colegiales se veían dichosos por su salida de sus aburridas clases. Se notaba en ellos el fulgor del derroche del tiempo, la carcajada por un chiste banal y la sonrisa por no tener más encierro... al menos por el resto del día. 

Allison sólo caminaba a su encuentro mientras el manojo de nervios empezaba a aflorar cada vez más en ella, quien seguía sin entender el porqué de tanto nerviosismo. Su seguridad se disipaba lentamente a cada paso que daba, mientras evitaba el contacto visual con cualquier transeúnte.

Al cruzar la calle, cerca de un jardín pequeño lleno de flores y con un esplendido césped, veía a un gato que jugaba cruelmente con un escarabajo que trataba escapar moviendo sus patitas en todas direcciones. El gato sólo se divertía al ver tal espectáculo. Esa imagen le hizo sentir desprecio y desazón al recordarle aquel sueño que tuvo la pasada noche. Soñó viendo a su gato triste, acongojado y totalmente sucio. Decidida, salió en búsqueda de una tina para bañarlo en una piscina cercana. En un resbalón, ambos cayeron al estanque de manera acrobática. Al salir a respirar, ella buscaba a su gato con fervor y energía, mientras su gato maullaba con dolor y desconsuelo. 

Al alcanzarlo de manera ágil, logró alcanzarlo y, rápidamente, lo sacó de allí...sin embargo el gato ya no se movía. Al ver sus ojos, de ellos salían pequeños gusanos asquerosos, rugosos y ambarinos mientras el gato empezaba a parpadear de repente. Siempre se despertaba ante el mismo parpadeo crudo e infecto... ya eran dos noches con el mismo sueño...

Asqueada ante el recuerdo, cambio de calle mientras giraba su cabeza buscando la precaución de pasar la acera con calma. A pesar de todo, su trance y sus pensamientos habían girado todos los últimos tres días sobre lo mismo: gatos horribles y repugnantes, amores no correspondidos y la denostada soledad...

Se sentía insegura al pensar que, después de tanto desgaste, sentía que su ex-novio había sido su alma gemela, un hombre exento de ideas vulgares y simples, cuyo silencio siempre saludaba a la dádiva de su afecto. Sin embargo la aprensión, el prejuicio y la ingratitud toman formas anómalas y atrayentes que, al final del día, se camuflan bajo el afecto y el amor... 

Quizás no sólo era amor lo que necesitaba...

De repente, ella se dio cuenta que ya no quería llegar a su destino. Su prisa se anestesió de manera incomprensible y sus pasos fueron cada vez más lentos.... ya no estaba segura de llegar a su cita, pero era demasiado tarde para arrepentirse...

Sin darse cuenta y, lenta pero inexcusablemente, se fue acercando al lugar de la cita. Ya no tenía escapatoria para afrontar su realidad. Miro a lo lejos el reloj del campanario que daban las 5:55, mientras el sol se ocultaba bajo una nube ligeramente gris. Había llegado con cinco minutos de anticipación, y dentro de sí, Allison no sabía qué hacer. Quería salir corriendo y escapar, pero se sentía pesada, cansada y trasnochada por aquella mirada repulsiva de su gato...no quería llegar a casa a verle...

Se metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, a lo cual sacó un papelillo amarillo que decía:

Mientras mendigo tu amor,
cierras tus ojos y vislumbro tus sueños...

Desde que el tiempo es tiempo
y, desde que encontré este estuche,
mi intención se volvió contra mí...

Empero sigo mirando la senda,
donde tu misterio fue mi provocación...
ahora, es mi ruina...”

Recordaba haberlo escrito en la primera noche que soñó con su gato pero, lo que no recordaba, era de donde habían salido las fuerzas para hacerlo, ni tampoco de dónde había salido ese triste efluvio de vigor escrito.

Ella recordaba los momentos de felicidad imperante y casi sin fin. Notaba como la felicidad se desbordaba como arena de playa entre los dedos. No parecía que hubiera satisfacción más grande que su relación que, entregada al hedonismo, incurría en una vorágine de sensaciones placenteras, trascendentes y supuestamente eternas. Sin embargo, sabía que ese mundo, construido con esfuerzo; dignamente eslabonado; levantado sin desgracias, es tan sólo un castillo de naipes que, al menor soplido, sólo le dejó un manojo de infortunados apegos rencorosos y amores corroídos y trasnochados... ¿Qué más nos queda? Se preguntaba con ahínco...

Allison veía a lo lejos una pareja que se aproximaba rápidamente y con andar cómplice. Con acto rutinario y protocolario la pareja la saluda a lo lejos. El hombre al llegar le presenta su pareja. Allison, responde de manera automática a las preguntas de rigor y retorna las preguntas con un “¿y tú?” a cada una de ellas con poca soltura.

- ¿Me has traído mi bufanda y mi libro de Isabel Allende?- Agregó el hombre con cierta premura.

-Así es Felipe... aquí los tienes- Dijo Allison ligeramente indecisa. -El libro me pareció horrible, para serte franca, ¿por qué te gustó tanto?- 

-Creo que lo que me gusta de ella es que siempre saca un libro cada año. De hecho, me encanta desde que esta señorita me lo recomendó.- Dijo Felipe con la posterior sensación de haberla cagado hasta la orilla del hades.

Allison, con ligero desprecio, miró a su acompañante quien, con resignación, miraba las pertenencias de su pareja y lo azuzaba para que se fueran a ver la última película horrenda de Michael Bay. Ella la veía con sibilino desdén. 

Luego de un intercambio de algunas frases en la casilla de una formalidad acartonada, se despidieron rápidamente. Allison los veía alejarse mientras Felipe, en un acto atrevido pero afectuoso, le tomaba del brazo y ella le abrazaba con dulzura empalagosa. 

Allison noto como le resbalaban lagrimas y, con dignidad, no sollozó. Secó sus ojos con un pañuelito que saco de su bolso, y apretujó con todas sus fuerzas el papelito amarillo arrojándolo al suelo. Con dubitación empezó a caminar lentamente y, de repente, empezó a correr mientras que sus cabellos se alborotaban al viento de su correr...

Es una pena que esta historia no tenga un final -al menos una que pudiésemos conocer- no pude saber más de Allison ni de su diciente mirada. Yo, al otro lado, observando y escuchando lo que ocurría sin querer lo que les narro, terminé mi café con pesadez, pagué y recogí aquel papelillo amarillo que guardé en mi chaqueta. Caminé por las calles abarrotadas de críos malcriados que se reían a carcajadas... yo sólo contaba los adoquines que pisaba y, con las manos en los bolsillos, pensaba si por esta vez reuniría el coraje para decirle a Antonia que ya no podía seguir así... que esto se tenía que acabar...

El ser humano es un aprendiz, el dolor es su maestro.
Alfredo de Musset

J.L.C

La Renga-Veneno
 

Chavela Vargas- Piensa en mi


Rainbow- Love is not friend

Jeff Loomis- Rapture


martes, 8 de septiembre de 2015

Entre Agua y Aceite.



Desde que el agua es agua y el vino es vino, sólo es posible elegir uno.


Durante la mañana nubosa todo era algarabía. El nuevo residente y su profunda voz hacia crepitar las paredes.

-... El problema siempre ha sido la actitud del latino. “Hacer”, “cambiar” y “orden” nunca ha sido imperante en su mentalidad. Son palabras que no tiene en su diccionario personal.- Decía Ike con desprendido acento extranjero mientras que, para cada palabra, levantaba sus dedos blancos y delgados poniendo comillas ilusorias en cada una.

Amadeo desde la cocina se desperezaba moviendo circularmente sus hombros tiesos y aperezados, mientras la sartén con aceite se calentaba. Canturreaba esa canción de indescifrable melodía todas las mañanas cuando su quehacer matutino consistía en, o preparar el desayuno para sus inquilinos, o cuando no sabía por dónde empezar su faena. Sin embargo su canción se interrumpió al escuchar el acento extranjero y repulsivo de Ike que, con hedonismo progresivo, hablaba con otro residente sobre el último concierto de música electrónica en el que estuvo y cuantas mujeres de esbelta figura conoció... Hace tres meses interrumpe su melodía...

Amadeo tomó la sartén por el mango e, inmediatamente, saltaron chispeantes e infernales gotitas de aceite que le quemaron el dorso de la mano.

-¡Maldito aceite, cómo quemas!- Dijo anexando una ligera y sorda blasfemia, mientras recordaba que no había secado bien la sartén. ¿Por qué siempre olvidaba secar la sartén al hacer el desayuno? Sus ojos encima de sus grandes ojeras veían una capa fina de aceite sobre la oxidada sartén, mientras posaba su mano llena de pequitas pardas bajo el grifo de agua fría.

Cerró el grifo y tomó un par de huevos. Delicadamente los quebró echándolos sobre el aceite ya caliente. ¿Por qué no freír juntos en agua y aceite? ¡Todo sería tan sencillo! Sin esas malditas gotitas de aceite saltando por doquier...

Durante su meditación, batía y echaba pizcas de sal a los huevos. El vapor salía expelido con furia de la sartén por el ardiente y azulado fuego de la hornilla a gas. Los doraba y los giraba con ternura, mientras seguía escuchando con desaprensión esos berridos forasteros. 

-...por eso decidí quedarme aquí. ¡La gente es tan diferente aquí!- Continuaba diciendo Ike con voz triunfal sumándole una risa final que retumbaba la sala de estar. Amadeo veía su rostro de reojo, con aquellas mejillas perforadas por esos malnacidos hoyuelos que se hundían como agujeros taladrados por la fuerza de su risotada. El calor de la hornilla subía por sus delgados brazos, como una infernal sensación de incomodidad.

-Ike, ¿no tienes frio?- Dijo Amadeo mientras entraba en la sala de estar con los huevos echando vapor y veía los pies descalzos de Ike.

-No, Amadeo... ¡Tengo sueño por ese maldito ratón en el entretecho que no dejó dormir anoche!- Dijo Ike con esa expresión risueña que tanto odiaba Amadeo.

-Menos mal me acordaste. Si me das un espacio, ésta misma noche iré a ponerle la trampa al bicho ese...- Dijo forzosamente Amadeo bajo un mar de hipocresía que a duras penas pudo concitar.

-Como te decía...- Continuaba Ike tomando la sartén con los huevos y girando su cabeza a su acompañante- ...en los concierto hay mucha gente, pero yo a eso no le veo problema...

Amadeo sólo podía escuchar otra vez esa maldita conversación una vez más. Se sentía enfermo al escuchar esa cháchara que lo asaltaba día, tarde y noche...Sobre todo en las noches. ¡Todas las malditas noches desde que ese mequetrefe llegó! Además, todas las mañanas, me hace hacerle huevos con SU aceite. ¡Con ese aceite que quema! ¿Por qué no prueba el mío? Se preguntaba Amadeo que ya estaba empezando a hartarse.

Así, después del desayuno, todo el mundo se dedicó a sus tareas habituales sin pena ni gloria. Amadeo sólo quería el olvido, la rutina y su cotidianidad. A pesar de haber tenido cuatro hijas ya emancipadas, su rutina era su consuelo y su único aliciente... hasta la llegada de Ike y su ratón a interrumpirlo todo... ¿Por qué no dejaba al ratoncito en paz? Se preguntaba insistentemente mientras su rutina iba y venía entre reparar las puertas, lavar los platos, preparar café, lavar la ropa sucia, llamar a sus hijas... Todo sin reparo existencial, todo en el aura de la rutina lánguida.... ¡como debería ser!

Ya eran altas horas de la noche. En la residencia, el silencio absoluto reinaba y todo el mundo dormía... Con excepción de Amadeo. Mirando abstraído la pantalla de su computador y en plena soledad, los crudos haces de luz azulados rodeaban su rostro sudoroso, avergonzado y curioso... Se le veía exangüe y excitado. Como un ente carcomido por la depravación, sus ojos recorrían sin descanso cada recodo, cada esquina de la pantalla. Sus ojeras se marcaban cada vez más, mientras sus pupilas se deleitaban ante aquellas estampas y torsos. Imágenes llenas de resplandor...brillo, ¡brillo por su derredor!

-¿Por qué te avergüenzas? ¿No sentías curiosidad? ¿No lo deseabas?... Ahora lo tienes, ¡ahora devóralo!- Se decía con frenesí incipiente, mientras su respiración aumentaba y sus latidos retumbaban por sus sienes como trenes. Amadeo mojaba sus labios... relamía y relamía, mientras su lengua rozaba algunos pelillos de su bigote. Su pronunciada calva brillaba aceitosa y cubierta por algunos mechones de cabello rebeldes, sudorosos y adheridos a su piel blanquecina.

-Querías que llegara la noche, ¿no? Lo deseabas con ansias cómplices... - Sus ojos cafés pardos refulgieron cuando un repentino escalofrió recorrió su espinazo lleno de agitación intempestiva. Alguien entró por la puerta principal mientras encendía las luces de la sala de estar. Amadeo, acorralado y amenazado, sólo pudo secarse apresuradamente el sudor de su prolongada frente.

-¡Hola Amadeo! Pensé que nadie estaba despierto.-Dijo con soltura y ligera ebriedad Ike, mientras que Amadeo con nerviosismo hacía un ligero saludo con su mano mientras añadía un “Cómo Estás” pesado y poco suelto.

-Ehm, algo sucio...Creo que me ducharé, estoy totalmente engrasado de aceite bronceador por las “nenas”, ¿me entiendes?- Agrego Ike con una carcajada seca -Por cierto, ¿has puesto la trampa para el ratón? ¡Necesito dormir!-

-¡Ah!, Se me había olvidado ponerle la trampa...-Musitó con ligero desprecio y cinismo Amadeo, quien todavía estaba contrariado y ligeramente enajenado - Avísame cuando salgas de la ducha, no me tardaré en ponerla...- agregó cerrando lenta y cuidadosamente su computador.

Ike, levantando sus hombros para mostrar su soberbia conformidad y, haciendo una mueca de resignación, se dirigió al baño donde, acto seguido, un “crack” se siente tras la puerta. Amadeo sólo se limitaba a mirar la puerta del baño a la espera de algo. ¿Qué era lo que esperaba? ¿Por qué no iba a ponerle la trampa en su habitación mientras se duchaba para no verle su estúpida sonrisa repleta de dientes amarillos? ¿Qué lo detenía? Los minutos pasaban y escuchaba el accionar de la ducha, la caída del agua caótica y alocada. Sus pensamientos mascados viraban sin interrupción, pasaban fugaces como destellos chispeantes... recordaba aquel aceite; aquellas charlas vanílocuas y contumaces repletas de sandez; se imaginaba aquel rucio cuerpo...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando raudal de la ducha se detuvo y salía Ike del baño mojado con una toalla ceñida a su cintura, mientras la piel de su torso despedía ligeras gotitas de agua por el piso. Amadeo recordaba aquellas pasadas imágenes y su agitación empezó a crecer. Sentía que sus manos sudaban y levantándose rápidamente, tomó la trampa para ratón con su pecosa y sudorosa mano. Lento pero a largos pasos, Amadeo siguió las brillantes gotitas que se revolcaban por la alfombra.

Ike había dejado su puerta entreabierta y, discreta pero de manera segura. Amadeo la abría cuando empezó un retumbado golpeteo de música electrónica. Al entrar, Ike giró para espetarle ese odiado semblante expresivo de felicidad forajida a Amadeo. Esos hoyuelos profundos, irrumpiendo de nuevo... Amadeo se sentía como en un enorme paraninfo resonante... sus oídos estaban a punto de estallar.

-Por cierto Amadeo, ¿qué hacías a altas horas de la noche y con computador abierto? ¡Ah! ¡Pillín pervertido! Jejeje...- reía Ike subiendo la voz hasta llegar a una gradación de falsete.

-Oye, pero Amadeo, eso que llevas en la mano no es la trampa, es acgggghhhhh...- No alcanzó a terminar Ike cuando, de repente, Amadeo aprieta el aquel cuello con sus manos, mientras la toalla cae al suelo y siente las manos de Ike agitándose y golpeando su rostro, sus brazos y su pecho....

Sólo comprime, comprime. Se ve azulado, muy azulado... y brilla, ¡brilla, como aquel resplandor!... próximo y tangible.

-¿Me muestro insignificante? ¡No lo dudes!...Eres tan contradictorio que deje de tratar de entenderte... ¡me harté de hacerlo! Te muestras insensible, lejano, tolerante, ingrato e, incluso, hasta cruel... ¿qué provecho tienen si la interacción mínima no se logra? Me siento como un servidor de bolsillo, algo para sacar cuando lo necesitas....como tu puto cepillo de dientes... me tienes pero me usas cuando se requiere... Pero ya no más... Ahora tú serás mi monigote, mi juguetito íntimo... - Decía lenta pero inclementemente Amadeo mientras la adrenalina en sus manos subía y sentía sus mejillas sonrojarse. Sus ojeras desaparecen lentamente mientras que apretaba la tráquea de Ike cuyos ojos se desorbitaban enrojeciendo y desbordándose cada vez más...

De repente Amadeo empezó sentir algo extraño... La música de Safri Duo irrumpía penetrante en la habitación. Los sonidos retumbaban en sus oídos cada vez que los timbales sonaban y un gran resoplido salió de su pecho. Su pulso empezaba a subir y sentía la luz cada vez más sensible a sus ojos. Las manos se calentaban progresiva y rápidamente...empezó a reconocer esa sensación...la conocía perfectamente.

Amadeo soltó ese cuello inerte, subió un poco el nivel de la música, cerró tras de sí la puerta entreabierta y buscó en el suelo su tarrito de aceite. Ya lo tenía claro, entre el agua y el aceite no hay intermedios.


A.A.K

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