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Del todo y de nada... La alusión de un rastro de lo que nos pertenece... O quizás para rayar un poco de lo que queda...

martes, 8 de septiembre de 2015

Entre Agua y Aceite.



Desde que el agua es agua y el vino es vino, sólo es posible elegir uno.


Durante la mañana nubosa todo era algarabía. El nuevo residente y su profunda voz hacia crepitar las paredes.

-... El problema siempre ha sido la actitud del latino. “Hacer”, “cambiar” y “orden” nunca ha sido imperante en su mentalidad. Son palabras que no tiene en su diccionario personal.- Decía Ike con desprendido acento extranjero mientras que, para cada palabra, levantaba sus dedos blancos y delgados poniendo comillas ilusorias en cada una.

Amadeo desde la cocina se desperezaba moviendo circularmente sus hombros tiesos y aperezados, mientras la sartén con aceite se calentaba. Canturreaba esa canción de indescifrable melodía todas las mañanas cuando su quehacer matutino consistía en, o preparar el desayuno para sus inquilinos, o cuando no sabía por dónde empezar su faena. Sin embargo su canción se interrumpió al escuchar el acento extranjero y repulsivo de Ike que, con hedonismo progresivo, hablaba con otro residente sobre el último concierto de música electrónica en el que estuvo y cuantas mujeres de esbelta figura conoció... Hace tres meses interrumpe su melodía...

Amadeo tomó la sartén por el mango e, inmediatamente, saltaron chispeantes e infernales gotitas de aceite que le quemaron el dorso de la mano.

-¡Maldito aceite, cómo quemas!- Dijo anexando una ligera y sorda blasfemia, mientras recordaba que no había secado bien la sartén. ¿Por qué siempre olvidaba secar la sartén al hacer el desayuno? Sus ojos encima de sus grandes ojeras veían una capa fina de aceite sobre la oxidada sartén, mientras posaba su mano llena de pequitas pardas bajo el grifo de agua fría.

Cerró el grifo y tomó un par de huevos. Delicadamente los quebró echándolos sobre el aceite ya caliente. ¿Por qué no freír juntos en agua y aceite? ¡Todo sería tan sencillo! Sin esas malditas gotitas de aceite saltando por doquier...

Durante su meditación, batía y echaba pizcas de sal a los huevos. El vapor salía expelido con furia de la sartén por el ardiente y azulado fuego de la hornilla a gas. Los doraba y los giraba con ternura, mientras seguía escuchando con desaprensión esos berridos forasteros. 

-...por eso decidí quedarme aquí. ¡La gente es tan diferente aquí!- Continuaba diciendo Ike con voz triunfal sumándole una risa final que retumbaba la sala de estar. Amadeo veía su rostro de reojo, con aquellas mejillas perforadas por esos malnacidos hoyuelos que se hundían como agujeros taladrados por la fuerza de su risotada. El calor de la hornilla subía por sus delgados brazos, como una infernal sensación de incomodidad.

-Ike, ¿no tienes frio?- Dijo Amadeo mientras entraba en la sala de estar con los huevos echando vapor y veía los pies descalzos de Ike.

-No, Amadeo... ¡Tengo sueño por ese maldito ratón en el entretecho que no dejó dormir anoche!- Dijo Ike con esa expresión risueña que tanto odiaba Amadeo.

-Menos mal me acordaste. Si me das un espacio, ésta misma noche iré a ponerle la trampa al bicho ese...- Dijo forzosamente Amadeo bajo un mar de hipocresía que a duras penas pudo concitar.

-Como te decía...- Continuaba Ike tomando la sartén con los huevos y girando su cabeza a su acompañante- ...en los concierto hay mucha gente, pero yo a eso no le veo problema...

Amadeo sólo podía escuchar otra vez esa maldita conversación una vez más. Se sentía enfermo al escuchar esa cháchara que lo asaltaba día, tarde y noche...Sobre todo en las noches. ¡Todas las malditas noches desde que ese mequetrefe llegó! Además, todas las mañanas, me hace hacerle huevos con SU aceite. ¡Con ese aceite que quema! ¿Por qué no prueba el mío? Se preguntaba Amadeo que ya estaba empezando a hartarse.

Así, después del desayuno, todo el mundo se dedicó a sus tareas habituales sin pena ni gloria. Amadeo sólo quería el olvido, la rutina y su cotidianidad. A pesar de haber tenido cuatro hijas ya emancipadas, su rutina era su consuelo y su único aliciente... hasta la llegada de Ike y su ratón a interrumpirlo todo... ¿Por qué no dejaba al ratoncito en paz? Se preguntaba insistentemente mientras su rutina iba y venía entre reparar las puertas, lavar los platos, preparar café, lavar la ropa sucia, llamar a sus hijas... Todo sin reparo existencial, todo en el aura de la rutina lánguida.... ¡como debería ser!

Ya eran altas horas de la noche. En la residencia, el silencio absoluto reinaba y todo el mundo dormía... Con excepción de Amadeo. Mirando abstraído la pantalla de su computador y en plena soledad, los crudos haces de luz azulados rodeaban su rostro sudoroso, avergonzado y curioso... Se le veía exangüe y excitado. Como un ente carcomido por la depravación, sus ojos recorrían sin descanso cada recodo, cada esquina de la pantalla. Sus ojeras se marcaban cada vez más, mientras sus pupilas se deleitaban ante aquellas estampas y torsos. Imágenes llenas de resplandor...brillo, ¡brillo por su derredor!

-¿Por qué te avergüenzas? ¿No sentías curiosidad? ¿No lo deseabas?... Ahora lo tienes, ¡ahora devóralo!- Se decía con frenesí incipiente, mientras su respiración aumentaba y sus latidos retumbaban por sus sienes como trenes. Amadeo mojaba sus labios... relamía y relamía, mientras su lengua rozaba algunos pelillos de su bigote. Su pronunciada calva brillaba aceitosa y cubierta por algunos mechones de cabello rebeldes, sudorosos y adheridos a su piel blanquecina.

-Querías que llegara la noche, ¿no? Lo deseabas con ansias cómplices... - Sus ojos cafés pardos refulgieron cuando un repentino escalofrió recorrió su espinazo lleno de agitación intempestiva. Alguien entró por la puerta principal mientras encendía las luces de la sala de estar. Amadeo, acorralado y amenazado, sólo pudo secarse apresuradamente el sudor de su prolongada frente.

-¡Hola Amadeo! Pensé que nadie estaba despierto.-Dijo con soltura y ligera ebriedad Ike, mientras que Amadeo con nerviosismo hacía un ligero saludo con su mano mientras añadía un “Cómo Estás” pesado y poco suelto.

-Ehm, algo sucio...Creo que me ducharé, estoy totalmente engrasado de aceite bronceador por las “nenas”, ¿me entiendes?- Agrego Ike con una carcajada seca -Por cierto, ¿has puesto la trampa para el ratón? ¡Necesito dormir!-

-¡Ah!, Se me había olvidado ponerle la trampa...-Musitó con ligero desprecio y cinismo Amadeo, quien todavía estaba contrariado y ligeramente enajenado - Avísame cuando salgas de la ducha, no me tardaré en ponerla...- agregó cerrando lenta y cuidadosamente su computador.

Ike, levantando sus hombros para mostrar su soberbia conformidad y, haciendo una mueca de resignación, se dirigió al baño donde, acto seguido, un “crack” se siente tras la puerta. Amadeo sólo se limitaba a mirar la puerta del baño a la espera de algo. ¿Qué era lo que esperaba? ¿Por qué no iba a ponerle la trampa en su habitación mientras se duchaba para no verle su estúpida sonrisa repleta de dientes amarillos? ¿Qué lo detenía? Los minutos pasaban y escuchaba el accionar de la ducha, la caída del agua caótica y alocada. Sus pensamientos mascados viraban sin interrupción, pasaban fugaces como destellos chispeantes... recordaba aquel aceite; aquellas charlas vanílocuas y contumaces repletas de sandez; se imaginaba aquel rucio cuerpo...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando raudal de la ducha se detuvo y salía Ike del baño mojado con una toalla ceñida a su cintura, mientras la piel de su torso despedía ligeras gotitas de agua por el piso. Amadeo recordaba aquellas pasadas imágenes y su agitación empezó a crecer. Sentía que sus manos sudaban y levantándose rápidamente, tomó la trampa para ratón con su pecosa y sudorosa mano. Lento pero a largos pasos, Amadeo siguió las brillantes gotitas que se revolcaban por la alfombra.

Ike había dejado su puerta entreabierta y, discreta pero de manera segura. Amadeo la abría cuando empezó un retumbado golpeteo de música electrónica. Al entrar, Ike giró para espetarle ese odiado semblante expresivo de felicidad forajida a Amadeo. Esos hoyuelos profundos, irrumpiendo de nuevo... Amadeo se sentía como en un enorme paraninfo resonante... sus oídos estaban a punto de estallar.

-Por cierto Amadeo, ¿qué hacías a altas horas de la noche y con computador abierto? ¡Ah! ¡Pillín pervertido! Jejeje...- reía Ike subiendo la voz hasta llegar a una gradación de falsete.

-Oye, pero Amadeo, eso que llevas en la mano no es la trampa, es acgggghhhhh...- No alcanzó a terminar Ike cuando, de repente, Amadeo aprieta el aquel cuello con sus manos, mientras la toalla cae al suelo y siente las manos de Ike agitándose y golpeando su rostro, sus brazos y su pecho....

Sólo comprime, comprime. Se ve azulado, muy azulado... y brilla, ¡brilla, como aquel resplandor!... próximo y tangible.

-¿Me muestro insignificante? ¡No lo dudes!...Eres tan contradictorio que deje de tratar de entenderte... ¡me harté de hacerlo! Te muestras insensible, lejano, tolerante, ingrato e, incluso, hasta cruel... ¿qué provecho tienen si la interacción mínima no se logra? Me siento como un servidor de bolsillo, algo para sacar cuando lo necesitas....como tu puto cepillo de dientes... me tienes pero me usas cuando se requiere... Pero ya no más... Ahora tú serás mi monigote, mi juguetito íntimo... - Decía lenta pero inclementemente Amadeo mientras la adrenalina en sus manos subía y sentía sus mejillas sonrojarse. Sus ojeras desaparecen lentamente mientras que apretaba la tráquea de Ike cuyos ojos se desorbitaban enrojeciendo y desbordándose cada vez más...

De repente Amadeo empezó sentir algo extraño... La música de Safri Duo irrumpía penetrante en la habitación. Los sonidos retumbaban en sus oídos cada vez que los timbales sonaban y un gran resoplido salió de su pecho. Su pulso empezaba a subir y sentía la luz cada vez más sensible a sus ojos. Las manos se calentaban progresiva y rápidamente...empezó a reconocer esa sensación...la conocía perfectamente.

Amadeo soltó ese cuello inerte, subió un poco el nivel de la música, cerró tras de sí la puerta entreabierta y buscó en el suelo su tarrito de aceite. Ya lo tenía claro, entre el agua y el aceite no hay intermedios.


A.A.K

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