Desde que el agua es agua y el vino es vino, sólo es posible elegir uno.
Durante
la mañana nubosa todo era algarabía. El nuevo residente y su profunda voz hacia
crepitar las paredes.
-...
El problema siempre ha sido la actitud del latino. “Hacer”, “cambiar” y “orden”
nunca ha sido imperante en su mentalidad. Son palabras que no tiene en su
diccionario personal.- Decía Ike con desprendido acento extranjero mientras
que, para cada palabra, levantaba sus dedos blancos y delgados poniendo
comillas ilusorias en cada una.
Amadeo
desde la cocina se desperezaba moviendo circularmente sus hombros tiesos y
aperezados, mientras la sartén con aceite se calentaba. Canturreaba esa canción
de indescifrable melodía todas las mañanas cuando su quehacer matutino consistía
en, o preparar el desayuno para sus inquilinos, o cuando no sabía por dónde
empezar su faena. Sin embargo su canción se interrumpió al escuchar el acento
extranjero y repulsivo de Ike que, con hedonismo progresivo, hablaba con otro
residente sobre el último concierto de música electrónica en el que estuvo y
cuantas mujeres de esbelta figura conoció... Hace tres meses interrumpe su
melodía...
Amadeo
tomó la sartén por el mango e, inmediatamente, saltaron chispeantes e
infernales gotitas de aceite que le quemaron el dorso de la mano.
-¡Maldito
aceite, cómo quemas!- Dijo anexando una ligera y sorda blasfemia, mientras
recordaba que no había secado bien la sartén. ¿Por qué siempre olvidaba secar
la sartén al hacer el desayuno? Sus ojos encima de sus grandes ojeras veían una
capa fina de aceite sobre la oxidada sartén, mientras posaba su mano llena de
pequitas pardas bajo el grifo de agua fría.
Cerró
el grifo y tomó un par de huevos. Delicadamente los quebró echándolos sobre el
aceite ya caliente. ¿Por qué no freír juntos en agua y aceite? ¡Todo sería tan
sencillo! Sin esas malditas gotitas de aceite saltando por doquier...
Durante
su meditación, batía y echaba pizcas de sal a los huevos. El vapor salía
expelido con furia de la sartén por el ardiente y azulado fuego de la hornilla
a gas. Los doraba y los giraba con ternura, mientras seguía escuchando con
desaprensión esos berridos forasteros.
-...por
eso decidí quedarme aquí. ¡La gente es tan diferente aquí!- Continuaba diciendo
Ike con voz triunfal sumándole una risa final que retumbaba la sala de estar.
Amadeo veía su rostro de reojo, con aquellas mejillas perforadas por esos
malnacidos hoyuelos que se hundían como agujeros taladrados por la fuerza de su
risotada. El calor de la hornilla subía por sus delgados brazos, como una
infernal sensación de incomodidad.
-Ike,
¿no tienes frio?- Dijo Amadeo mientras entraba en la sala de estar con los
huevos echando vapor y veía los pies descalzos de Ike.
-No,
Amadeo... ¡Tengo sueño por ese maldito ratón en el entretecho que no dejó
dormir anoche!- Dijo Ike con esa expresión risueña que tanto odiaba Amadeo.
-Menos
mal me acordaste. Si me das un espacio, ésta misma noche iré a ponerle la
trampa al bicho ese...- Dijo forzosamente Amadeo bajo un mar de hipocresía que
a duras penas pudo concitar.
-Como
te decía...- Continuaba Ike tomando la sartén con los huevos y girando su
cabeza a su acompañante- ...en los concierto hay mucha gente, pero yo a eso no
le veo problema...
Amadeo
sólo podía escuchar otra vez esa maldita conversación una vez más. Se sentía
enfermo al escuchar esa cháchara que lo asaltaba día, tarde y noche...Sobre
todo en las noches. ¡Todas las malditas noches desde que ese mequetrefe llegó!
Además, todas las mañanas, me hace hacerle huevos con SU aceite. ¡Con ese
aceite que quema! ¿Por qué no prueba el mío? Se preguntaba Amadeo que ya estaba
empezando a hartarse.
Así,
después del desayuno, todo el mundo se dedicó a sus tareas habituales sin pena
ni gloria. Amadeo sólo quería el olvido, la rutina y su cotidianidad. A pesar
de haber tenido cuatro hijas ya emancipadas, su rutina era su consuelo y su
único aliciente... hasta la llegada de Ike y su ratón a interrumpirlo todo...
¿Por qué no dejaba al ratoncito en paz? Se preguntaba insistentemente mientras
su rutina iba y venía entre reparar las puertas, lavar los platos, preparar
café, lavar la ropa sucia, llamar a sus hijas... Todo sin reparo existencial,
todo en el aura de la rutina lánguida.... ¡como debería ser!
Ya
eran altas horas de la noche. En la residencia, el silencio absoluto reinaba y
todo el mundo dormía... Con excepción de Amadeo. Mirando abstraído la pantalla
de su computador y en plena soledad, los crudos haces de luz azulados rodeaban
su rostro sudoroso, avergonzado y curioso... Se le veía exangüe y excitado.
Como un ente carcomido por la depravación, sus ojos recorrían sin descanso cada
recodo, cada esquina de la pantalla. Sus ojeras se marcaban cada vez más,
mientras sus pupilas se deleitaban ante aquellas estampas y torsos. Imágenes
llenas de resplandor...brillo, ¡brillo por su derredor!
-¿Por
qué te avergüenzas? ¿No sentías curiosidad? ¿No lo deseabas?... Ahora lo
tienes, ¡ahora devóralo!- Se decía con frenesí incipiente, mientras su
respiración aumentaba y sus latidos retumbaban por sus sienes como trenes.
Amadeo mojaba sus labios... relamía y relamía, mientras su lengua rozaba
algunos pelillos de su bigote. Su pronunciada calva brillaba aceitosa y
cubierta por algunos mechones de cabello rebeldes, sudorosos y adheridos a su
piel blanquecina.
-Querías
que llegara la noche, ¿no? Lo deseabas con ansias cómplices... - Sus ojos cafés
pardos refulgieron cuando un repentino escalofrió recorrió su espinazo lleno de
agitación intempestiva. Alguien entró por la puerta principal mientras encendía
las luces de la sala de estar. Amadeo, acorralado y amenazado, sólo pudo
secarse apresuradamente el sudor de su prolongada frente.
-¡Hola
Amadeo! Pensé que nadie estaba despierto.-Dijo con soltura y ligera ebriedad Ike,
mientras que Amadeo con nerviosismo hacía un ligero saludo con su mano mientras
añadía un “Cómo Estás” pesado y poco suelto.
-Ehm,
algo sucio...Creo que me ducharé, estoy totalmente engrasado de aceite
bronceador por las “nenas”, ¿me entiendes?- Agrego Ike con una carcajada seca
-Por cierto, ¿has puesto la trampa para el ratón? ¡Necesito dormir!-
-¡Ah!,
Se me había olvidado ponerle la trampa...-Musitó con ligero desprecio y cinismo
Amadeo, quien todavía estaba contrariado y ligeramente enajenado - Avísame
cuando salgas de la ducha, no me tardaré en ponerla...- agregó cerrando lenta y
cuidadosamente su computador.
Ike,
levantando sus hombros para mostrar su soberbia conformidad y, haciendo una
mueca de resignación, se dirigió al baño donde, acto seguido, un “crack” se
siente tras la puerta. Amadeo sólo se limitaba a mirar la puerta del baño a la
espera de algo. ¿Qué era lo que esperaba? ¿Por qué no iba a ponerle la trampa
en su habitación mientras se duchaba para no verle su estúpida sonrisa repleta
de dientes amarillos? ¿Qué lo detenía? Los minutos pasaban y escuchaba el
accionar de la ducha, la caída del agua caótica y alocada. Sus pensamientos
mascados viraban sin interrupción, pasaban fugaces como destellos chispeantes...
recordaba aquel aceite; aquellas charlas vanílocuas y contumaces repletas de
sandez; se imaginaba aquel rucio cuerpo...
Sus
pensamientos se vieron interrumpidos cuando raudal de la ducha se detuvo y
salía Ike del baño mojado con una toalla ceñida a su cintura, mientras la piel
de su torso despedía ligeras gotitas de agua por el piso. Amadeo recordaba
aquellas pasadas imágenes y su agitación empezó a crecer. Sentía que sus manos
sudaban y levantándose rápidamente, tomó la trampa para ratón con su pecosa y
sudorosa mano. Lento pero a largos pasos, Amadeo siguió las brillantes gotitas
que se revolcaban por la alfombra.
Ike
había dejado su puerta entreabierta y, discreta pero de manera segura. Amadeo
la abría cuando empezó un retumbado golpeteo de música electrónica. Al entrar,
Ike giró para espetarle ese odiado semblante expresivo de felicidad forajida a
Amadeo. Esos hoyuelos profundos, irrumpiendo de nuevo... Amadeo se sentía como
en un enorme paraninfo resonante... sus oídos estaban a punto de estallar.
-Por
cierto Amadeo, ¿qué hacías a altas horas de la noche y con computador abierto?
¡Ah! ¡Pillín pervertido! Jejeje...- reía Ike subiendo la voz hasta llegar a una
gradación de falsete.
-Oye,
pero Amadeo, eso que llevas en la mano no es la trampa, es acgggghhhhh...- No
alcanzó a terminar Ike cuando, de repente, Amadeo aprieta el aquel cuello con
sus manos, mientras la toalla cae al suelo y siente las manos de Ike agitándose
y golpeando su rostro, sus brazos y su pecho....
Sólo
comprime, comprime. Se ve azulado, muy azulado... y brilla, ¡brilla, como aquel
resplandor!... próximo y tangible.
-¿Me
muestro insignificante? ¡No lo dudes!...Eres tan contradictorio que deje de
tratar de entenderte... ¡me harté de hacerlo! Te muestras insensible, lejano,
tolerante, ingrato e, incluso, hasta cruel... ¿qué provecho tienen si la
interacción mínima no se logra? Me siento como un servidor de bolsillo, algo
para sacar cuando lo necesitas....como tu puto cepillo de dientes... me tienes
pero me usas cuando se requiere... Pero ya no más... Ahora tú serás mi
monigote, mi juguetito íntimo... - Decía lenta pero inclementemente Amadeo
mientras la adrenalina en sus manos subía y sentía sus mejillas sonrojarse. Sus
ojeras desaparecen lentamente mientras que apretaba la tráquea de Ike cuyos
ojos se desorbitaban enrojeciendo y desbordándose cada vez más...
De
repente Amadeo empezó sentir algo extraño... La música de Safri Duo irrumpía penetrante en la
habitación. Los sonidos retumbaban en sus oídos cada vez que los timbales
sonaban y un gran resoplido salió de su pecho. Su pulso empezaba a subir y
sentía la luz cada vez más sensible a sus ojos. Las manos se calentaban
progresiva y rápidamente...empezó a reconocer esa sensación...la conocía
perfectamente.
Amadeo
soltó ese cuello inerte, subió un poco el nivel de la música, cerró tras de sí
la puerta entreabierta y buscó en el suelo su tarrito de aceite. Ya lo tenía
claro, entre el agua y el aceite no hay intermedios.
A.A.K
Lebensessenz - Un Amour Irréalisable - Pt. I & II
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