Para
Lori y Alice...
¿Y si este mundo fuera el infierno de
otros planetas?
Aldus Huxley
“Las personas no se dejan vencer
por las
Circunstancias o por fuerzas que
vienen de fuera,
sino de las que nacen en el interior
de sí mismos”.
Banana Yoshimoto.
-Después
de todo somos humanos y es claro que nos podemos equivocar...- Pensaba Allison
con un aire de auto-consuelo que sólo buscaba un alivio inasible y veloz. Hace
unos meses había terminado con su novio y su dolor se incrementaba ante su
desesperación y suponía, con auto-sugestión continua, que no había creído
haberlo amado... Ahora sabía que lo sintió plenamente y su dolor se lo
recordaba constantemente...
La
brisa fresca movía sus cabellos, mientras se dirigía a la cita con su ex-novio.
Esa cita que se veía inexpugnable y sin dilatación; era la víspera de una
conversación dependiente de un consuelo ilusorio.
Hacia
unas semanas lo había querido ver, pero su cita se canceló de manera
intempestiva. Recordaba aquel suceso y le dolía aún... ¿por qué la había cancelado?
¿no quería verla? ¿es que acaso su tiempo no valía? ¿era acaso un títere para
su ex-novio? ¿Su amor había perdido algún atisbo de anhelo y era presa total de
la cruel incertidumbre? ¿ella era acaso una pieza más de un cruel juego
de Lego que sólo servía para encasillar y ensamblar cuando a él le convenía? A
pesar de sus dudas, ella lo quería aún con esas ganas perennes al iniciar un
idilio, sin tapujos y sin reparos... Incluso extrañaba esa arraigada manera de
besarla que disfruta incluso cuando ella se enfadaba por sus retrasos al
recogerla en la universidad. ¡Sí!, sentía que esos besos era la demostración
cumbre de su afecto, su vanagloria y la cumbre de su enamoramiento.
Las
calles estaban llenas de transeúntes de caras desgastadas, con ese espíritu
mercenario de complementar sus existencias rutinarias con televisión y su
ímpetu desgastado de conseguir más dinero para sus parafilias yéndose al centro
comercial “El Diamante”. Ella los observaba sabiendo que ellos querían la
innoble sensación inveterada de aplastarse en sus casas a mascar sus
preocupaciones y roer su tedio.
Los
párvulos colegiales se veían dichosos por su salida de sus aburridas clases. Se
notaba en ellos el fulgor del derroche del tiempo, la carcajada por un chiste
banal y la sonrisa por no tener más encierro... al menos por el resto del día.
Allison
sólo caminaba a su encuentro mientras el manojo de nervios empezaba a aflorar
cada vez más en ella, quien seguía sin entender el porqué de tanto nerviosismo.
Su seguridad se disipaba lentamente a cada paso que daba, mientras evitaba el
contacto visual con cualquier transeúnte.
Al
cruzar la calle, cerca de un jardín pequeño lleno de flores y con un esplendido
césped, veía a un gato que jugaba cruelmente con un escarabajo que trataba
escapar moviendo sus patitas en todas direcciones. El gato sólo se divertía al
ver tal espectáculo. Esa imagen le hizo sentir desprecio y desazón al
recordarle aquel sueño que tuvo la pasada noche. Soñó viendo a su gato triste,
acongojado y totalmente sucio. Decidida, salió en búsqueda de una tina para
bañarlo en una piscina cercana. En un resbalón, ambos cayeron al estanque de
manera acrobática. Al salir a respirar, ella buscaba a su gato con fervor y
energía, mientras su gato maullaba con dolor y desconsuelo.
Al
alcanzarlo de manera ágil, logró alcanzarlo y, rápidamente, lo sacó de allí...sin
embargo el gato ya no se movía. Al ver sus ojos, de ellos salían pequeños
gusanos asquerosos, rugosos y ambarinos mientras el gato empezaba a parpadear
de repente. Siempre se despertaba ante el mismo parpadeo crudo e infecto... ya
eran dos noches con el mismo sueño...
Asqueada
ante el recuerdo, cambio de calle mientras giraba su cabeza buscando la
precaución de pasar la acera con calma. A pesar de todo, su trance y sus
pensamientos habían girado todos los últimos tres días sobre lo mismo: gatos
horribles y repugnantes, amores no correspondidos y la denostada soledad...
Se
sentía insegura al pensar que, después de tanto desgaste, sentía que su
ex-novio había sido su alma gemela, un hombre exento de ideas vulgares y
simples, cuyo silencio siempre saludaba a la dádiva de su afecto. Sin embargo
la aprensión, el prejuicio y la ingratitud toman formas anómalas y atrayentes
que, al final del día, se camuflan bajo el afecto y el amor...
Quizás
no sólo era amor lo que necesitaba...
De
repente, ella se dio cuenta que ya no quería llegar a su destino. Su prisa se
anestesió de manera incomprensible y sus pasos fueron cada vez más lentos....
ya no estaba segura de llegar a su cita, pero era demasiado tarde para
arrepentirse...
Sin
darse cuenta y, lenta pero inexcusablemente, se fue acercando al lugar de la
cita. Ya no tenía escapatoria para afrontar su realidad. Miro a lo lejos el
reloj del campanario que daban las 5:55, mientras el sol se ocultaba bajo una
nube ligeramente gris. Había llegado con cinco minutos de anticipación, y
dentro de sí, Allison no sabía qué hacer. Quería salir corriendo y escapar,
pero se sentía pesada, cansada y trasnochada por aquella mirada repulsiva de su
gato...no quería llegar a casa a verle...
Se
metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, a lo cual sacó un papelillo
amarillo que decía:
“Mientras mendigo tu amor,
cierras tus ojos y vislumbro tus
sueños...
Desde que el tiempo es tiempo
y, desde que encontré este estuche,
mi intención se volvió contra mí...
Empero sigo mirando la senda,
donde tu misterio fue mi
provocación...
ahora, es mi ruina...”
Recordaba
haberlo escrito en la primera noche que soñó con su gato pero, lo que no
recordaba, era de donde habían salido las fuerzas para hacerlo, ni tampoco de
dónde había salido ese triste efluvio de vigor escrito.
Ella
recordaba los momentos de felicidad imperante y casi sin fin. Notaba como la
felicidad se desbordaba como arena de playa entre los dedos. No parecía que
hubiera satisfacción más grande que su relación que, entregada al hedonismo,
incurría en una vorágine de sensaciones placenteras, trascendentes y
supuestamente eternas. Sin embargo, sabía que ese mundo, construido con
esfuerzo; dignamente eslabonado; levantado sin desgracias, es tan sólo un
castillo de naipes que, al menor soplido, sólo le dejó un manojo de
infortunados apegos rencorosos y amores corroídos y trasnochados... ¿Qué más
nos queda? Se preguntaba con ahínco...
Allison
veía a lo lejos una pareja que se aproximaba rápidamente y con andar cómplice.
Con acto rutinario y protocolario la pareja la saluda a lo lejos. El hombre al
llegar le presenta su pareja. Allison, responde de manera automática a las
preguntas de rigor y retorna las preguntas con un “¿y tú?” a cada una de ellas
con poca soltura.
-
¿Me has traído mi bufanda y mi libro de Isabel Allende?- Agregó el hombre con
cierta premura.
-Así
es Felipe... aquí los tienes- Dijo Allison ligeramente indecisa. -El libro me
pareció horrible, para serte franca, ¿por qué te gustó tanto?-
-Creo
que lo que me gusta de ella es que siempre saca un libro cada año. De hecho, me
encanta desde que esta señorita me lo recomendó.- Dijo Felipe con la posterior
sensación de haberla cagado hasta la orilla del hades.
Allison,
con ligero desprecio, miró a su acompañante quien, con resignación, miraba las
pertenencias de su pareja y lo azuzaba para que se fueran a ver la última
película horrenda de Michael Bay. Ella la veía con sibilino desdén.
Luego
de un intercambio de algunas frases en la casilla de una formalidad acartonada,
se despidieron rápidamente. Allison los veía alejarse mientras Felipe, en un
acto atrevido pero afectuoso, le tomaba del brazo y ella le abrazaba con
dulzura empalagosa.
Allison
noto como le resbalaban lagrimas y, con dignidad, no sollozó. Secó sus ojos con
un pañuelito que saco de su bolso, y apretujó con todas sus fuerzas el papelito
amarillo arrojándolo al suelo. Con dubitación empezó a caminar lentamente y, de
repente, empezó a correr mientras que sus cabellos se alborotaban al viento de
su correr...
Es
una pena que esta historia no tenga un final -al menos una que pudiésemos conocer-
no pude saber más de Allison ni de su diciente mirada. Yo, al otro lado,
observando y escuchando lo que ocurría sin querer lo que les narro, terminé mi
café con pesadez, pagué y recogí aquel papelillo amarillo que guardé en mi
chaqueta. Caminé por las calles abarrotadas de críos malcriados que se reían a
carcajadas... yo sólo contaba los adoquines que pisaba y, con las manos en los
bolsillos, pensaba si por esta vez reuniría el coraje para decirle a Antonia
que ya no podía seguir así... que esto se tenía que acabar...
El ser humano es un aprendiz, el dolor
es su maestro.
Alfredo de Musset
J.L.C
La Renga-Veneno
Chavela Vargas- Piensa en mi
Rainbow- Love is not friend
Jeff Loomis- Rapture
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