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Del todo y de nada... La alusión de un rastro de lo que nos pertenece... O quizás para rayar un poco de lo que queda...

lunes, 17 de agosto de 2015

Entre Los Hijos de mi Profesor, El Aburrimiento, Los Fanáticos de Star Wars y El Rasquinball...



“Matar mi juventud con dagas ansiosas; ostentar
la librea extravagante de esta edad mezquina;
dejar que cada mano vil se hunda en mi tesoro;
trenzar mi alma al cabello de una mujer
y ser sólo un siervo de Fortuna. Lo juro,
¡no me agrada! Todo eso es menos para mí
que la fina espuma que se inquieta en el mar,
menos que el vilano sin semilla
en el aire estival. Mejor permanecer lejos
de esos necios que con calumnias se burlan de mi vida,
aunque no me conozcan. Mejor el más modesto techo
para abrigar al peón más abatido
que volver a esa cueva oscura de guerras,
donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.”


“Taedium Vitae” Oscar Wilde.



Todo empezó desde el momento en que me senté a la mesa. Ellas charlaban sobre cremas humectantes y la reciente obesidad que ha acaecido sobre una de ellas. Yo me encontraba entre las lentejas y el arroz, escarbando la poca carne que tenia el almuerzo y buscaba algún pensamiento que me llevará lejos de esa oquedad, de todo ese arsenal de fruslerías y superficialidad cosmética.

No niego que ellas parecían buscar sus amuletos para la cotidianidad, mientras que yo, haciéndome el trascendental y profundo metafísico (ejem...), criticaba las noticias y las espoliaba a que ellas a desbordar alguna postura de esencia relevante... no lo logré. Siguieron cayendo, fluyeron y regurgitaron más  nimiedades. Se desbordaron, se rieron por cada poro, girando en torno a esa charla tan... tan....¿tediosa? ¿lo he dicho? La verdad es que no me encontraba en el mejor animo para charlar porque, para más INRI, me sentía cansado de escucharlas, con ganas de tapar mis oídos, no quería soportar más esa conversación espinosamente aburrida y definitivamente infructuosa; además me sentía estafado por esas lentejas sin carne. Aunque, ¿quién no ha tenido alguna charla así? ¿quién soy yo para juzgar cuál charla es más intelectualmente interesante? ¿quién no ha caído en la manos pegajosas y empalagosas de esas charlas? 

Al poco rato de estar en tan desesperante conversación, me encontraba en  clase. Mi profesor discutía sobre el ruido y los efectos en los seres humanos. Si bien este tema impacta a mis intereses actuales, lo que más llamó mi atención fue una ejemplificación que mi profesor asió con el fin de discutir la
importancia del paisaje sonoro. Dijo:

-Miren, el paisaje sonoro puede que no sorprenda a nadie, de hecho, ¡se pensaría que a nadie le importa! Sin embargo puede ser de profunda trascendencia para una comunidad a la cual está acostumbrada a un “ruido”. Puede ser que ese ruido no se manifieste como algo grande, sino como algo aburrido y monótono. Es como cuando voy con mis hijos al cine y terminamos de ver una película. Ellos me preguntan “papá, ¿qué haremos después de la peli?”, yo les respondo“nada, iremos a casa y ya está...”. Dicen ellos en coro protestante infantil “¿ya está? ¡qué aburrimiento!”. Les digo ”¡qué bueno que estén aburridos!”. Ellos me miran con cara de no prestar atención a mis palabras y luego, después de estar en casa y pasar unas cuantas horas en casa, me dicen “papá, estamos muy aburridos”, yo les respondo “chiquillos, ¡me alegro mucho!”. Ustedes se sorprenderán por que les digo esto; la razón es simple: Entre más te aburres, más pensarás. Nuestra creatividad está ligada a nuestro nivel de aburrimiento. Entre más aburrimiento, mis hijos estarán con más ganas de imaginar nuevos juegos. ¿Cuál es la necesidad de meter a tus hijos en cuanto curso de natación, fútbol, pintura, violín, karate, canto y demás cursos sino disfrutan un poco de su existencia y su imaginación?... Pobres chiquillos... En fin, ¡feliz tarde!-

Nuestra clase acabó allí, con ese sabor ácido que el ejemplo de mi profesor mostraba la víspera de algún tipo de lucubración de mi parte. Es más, lo pensé como un elemento mucho más revelador que el sólo columbrar la frustración de los hijos de mi profesor.

Ante esta serie de eventos y conjunto a la confesión de mi profesor, la esquizofrénica necesidad de escribir pulsaba mis sienes y un escalofrío recorrió mi espinazo... ¡Qué aburrida es la cotidianidad! Charlas sobre rutinas de ejercicios, clases embrolladas y pesadas, discusiones sobre terapias de yoga y restaurantes, burlas superficiales y vacuas, multitudes alienadas por sus teléfonos celulares, discursos y reuniones infructuosas con vanílocuos moderadores y, la joya de la corona, el burbujeante recuerdo de aquellos domingos corroídos por el tedio... Los ejemplos cunden y nuestros suspiros aumentan con cada uno de esos recuerdos...


Ahora estaba en el cine. Me encontraba en un festival de terror donde estaban adelantando la celebración por el aniversario de “La Guerra de Las Galaxias”(o eso me pareció que era). Al acercarme discretamente a los fanáticos me encontraba ante las mismas regurgitadas y re-mascadas discusiones pueriles sobre la "fuerza", los jedis, el halcón milenario y la belleza de la princesa Padmé Amidala. Ya con esto, sentía el fluir del tedio palpitando y presagiaba un aburrimiento que se adueñaría poco a poco de mis flacas carnes. Aunque, aclaro de una vez, habían cierta espera a la película que no me permitía abrazar plenamente mi amodorramiento paulatino.

A la espera de la película (aclaro que, al ir a la matiné, no sabía que película se proyectaría), pude constatar el bodrio que me senté a ver (dizque “The collection”) y, ¡ahí si!, me agarró la sensación de insignificancia ante el acto que contemplaba. Esto, además armonizado y adobado con la compañía de unos adolescentes bisoños que, al parecer, tenían más interés en sus chismes triviales y sus teléfonos móviles, me dio todo el derecho de aburrirme. Así, la desgana se hizo presente y, escarbando en sus sensaciones, me encomiendo a su bendición para decirles a continuación un par de pendejadas que me quedaron rondando en la cabeza... ¡Pero antes!, un aviso publicitario...

“Es muy importante tener tiempo libre. Hay que parar por completo y no hacer nada por largos períodos para no perderlo todo. Seas un actor o una ama de casa, cualquier cosa, tiene que haber grandes pausas en las que no haces nada. Uno se tira en una cama a mirar el techo. Hacer nada es muy, muy importante. ¿Y cuánta gente lo hace en la sociedad moderna? Muy poca. Por eso la mayoría está totalmente loca, frustrada, enojada y odiosa. Antes de casarme, o de conocer a muchas mujeres,bajaba las cortinas y me metía en la cama por tres o cuatro días. Me levantaba para cagar y para comer una lata de fríjoles. Después me vestía y salía a la calle, y el sol brillaba y los sonidos eran maravillosos. Me sentía poderoso, como una batería recargada. Pero, ¿sabés qué me tiraba abajo? El primer rostro humano que veía en la vereda. Esa cara no más me hacía perder la mitad de la carga. Esta cara monstruosa, sin expresión, tonta, sin sentimientos, cargada de capitalismo. Pero aún así valía la pena, me quedaba la mitad de la carga todavía. Por eso el tiempo libre es importante. Y no digo tomarse tiempo para tener pensamientos profundos. Hablo de no pensar en absoluto. Sin pensamientos de progreso, sin pensamientos sobre uno mismo. Sólo ser un haragán. Es hermoso”.


Charles Bukowski.


Para el eclipse de todas estas situaciones que les he contado y que se anteponían a mi pensamiento como una revelación de notorio predicado, me permeé ante los flujos del tedio todo un día... ¡Sí, todo el maldito día holgazanenando! Como amuletos de cotidianidad, siempre tenemos alguna referencia a charlas aburridas o alguna tarde dominguera donde nos empieza a corroer esa necesidad de algún quehacer que queme nuestro tedio. ¡Yo quería una situación extrema, brutal e inolvidable! Así que, para mi experimento lo hice pero, obviamente, con muchos remordimientos y reparos ante lo que haría... Sé que pudo correr riesgo mi vida en este asunto... Sin embargo creo que el tiempo invertido y la situación acaecida ha dado sus frutos porque, ¿cómo escribir sobre el aburrimiento sin estar embriagado por él? ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase: ”no hice nada el domingo... sólo pereza”? Cómo una especie de “folie a deux”, sólo que a modo multitudinario, frecuentemente nos sentimos mal entre nosotros por darnos ese tiempo pero, ¿acaso no es para eso que nuestro salvador dios, nuestro señor, nos dio ese consagrado día? ¿cómo no centrarnos existencialmente en ese programa dominguero embadurnado de atonía y desgana? ¿Cómo no volver a ver por n-esima vez “El Día de La Independencia” y su destrucción planetaria; “Terminator II” y su Schwarzenegger malote; los “Pequeños Guerreros” y la lucha entre Gorgonitas y el comando Elite; “Un Ángel Enamorado” y un infortunado Nicholas Cage o “Dulce Noviembre” y su trivializado romance avinagrado?

Al arropo de nuestro aburrimiento y ese afán que tenemos por invertir nuestro tiempo, nos olvidamos de nuestros pensamientos, nuestras querencias, nuestros influjos y hasta nuestras vidas. Vivimos en un mundo acelerado, sin freno de emergencia al cual echar mano; no paramos hasta que nuestras arcas energéticas queden acabadas, sin una gota de fuerza. Vemos deshonroso a aquel intrépido cosaco amigo nuestro que nada hace un domingo. ¡Bendito seas amigo! Eres el recordatorio de nuestras infancias
llenas de imaginación e historias repletas de fantasía... Si fueras un infante ahora, serías el muchachito lleno de síndrome de hiperactividad y estarías cargando un embudo bucal por donde te llenarían la garganta con anfetaminas...

¡Condensando toda la situación!, aburrirnos está muy mal visto... El aburrimiento se convirtió en la neurastenia universal... Porque, ¿quién quiere admitir ser o estar aburrido? Nos han metido en la cabeza la insoportable y contumaz pesadez de no saber que hacer con el tiempo y esa necesidad de hiperproducción suicida de exprimir nuestro tiempo como modo de fabricación de ideales, progreso y, ¡sobre todo!, felicidad; sí, ustedes la conocen... esa escurridiza, escatimosa y malnacida furcia que, durante nuestro tiempo, aflora y marchita como un arco iris.

Ante esto, vivimos entre dos quehaceres extremos. En la legislatura de dos bipartidismos erigidos y poco cuestionados socialmente. Tenemos, por una parte, un trabajo abrumador y absorbente al estilo Orwelliano de “1984”, donde el pensamiento ya encasillado es capturado por obras despilfarradas en nuestros empleos (muchos mal pagados) y somos juzgados por la ejecución de nuestro trabajo y el rendimiento administrativo de nuestros aburridas faenas sin descanso. Vemos, como inversión a largo tiempo y a plazos pagados en años y vidas enteras, un trabajo continuo e imparable. Pagamos nuestras deudas con nuestras energías y mejores momentos expresados vívidamente y, las migajas de tiempo que nos sobren, son interceptados por nuestras ocupaciones que nos procuran sólo un poco de esas diversiones que luego nos esperarán...

Por otro lado, tenemos la diversión sin contención al mejore estilo de “Un Mundo Feliz”, ¡con “soma” incluida!, dónde los teléfonos celulares inteligentes muestran nuestra sabiduría; los juegos de video datan, clasifican y calibran nuestras conciencias y nuestras ficciones; y las redes sociales llenan la existencia en esa soledad grupal atizándola o mitigandola.... ¡venta de felicidad y excitación enlatada!

Ante esto último, como sabrán, hay un negocio en el entretenimiento y, donde hay negocio, hay capital. ¡Hemos mercantilizado hasta nuestro aburrimiento! Además para nadie es un secreto que el capitalismo no soporta nuestro tedio. Hay un mundo de controles remotos que lo manipulan todo; bandas elásticas que reducen grasa mientras estamos aplastados trabajando; juegos sobre la vida de otros (no somos capaces de manipular ni la nuestra); gurús que hablan de terapias de como re-encontrarnos con nuestro niño perdido; compañía sicalíptica empaquetada para “comer y desechar”,... hasta el fetichismo lo encontramos en los supermercados... ¡el amor líquido de Zigmunt Bauman en todo su esplendor!...¿cómo aburrirnos con todo este frenesí y cantidad de productos?

Bajo esta óptica, no quiero sonar como un contumaz neo-hippie anti-sistema enarbolando las banderas del veganismo new age, sin embargo si quiero enfatizar la marcada diferencia entre consumo responsable y consumismo. Porque, entre más consumimos, ¡más nos aburrimos!, ¿no les ha pasado? Entre más carecemos de ese efecto sorpresa ya nada nos aterra, somos vacunados contra la admiración y la extrañeza y, esa condición de fascinación natural, se desploma y cae en desuso. Es ese mosquito que, cada vez que nos pica, vuelve por más... Somos rodeados por esa publicidad anti-ausencia de aburrimiento y de tedio... Soportamos actividades perpetuas todos los días del año y, para motivarnos por esta existencia tan desoladora, necesitamos potencias nuestros deseos, nuestras diversiones y nuestros excesos consumiendo más y más...

Evitamos aburrirnos porque nos hace sentir insignificantes, nos sentimos atrapados bajo una existencia que esperamos sea vivida y emocionante, llena de riesgos y aventuras. ¿quién quisiera una vida aburrida? ¿soportarían estar con alguien aburrido? Nunca resaltamos en nuestro estado de sopor ese cariz de finitud, de restricción y de patente agotamiento. Queremos sobresalir, mostrarnos, acompasarnos con los grandes elucubrantes y expertos petimetres. Pero aún no hemos dado un vistazo a nuestras existencias efímeras y, ante tanto divertimento desmedido y despótica efectividad temporal en nuestras obras, se nos olvidó que el aburrimiento muestra la piel desnuda del tiempo, la despelleja, la escupe y se la pone de nuevo.... Perdimos la efectividad del marasmo y la languidez...
Lo decía implícito mi profesor, ¿dónde quedaron nuestros pensamientos en tal caterva de sensaciones y malgasto activo del tiempo? ¿entre el derroche y la inapetencia? ¿Entre el cansancio y la ataraxia?

Por fortuna esto tiene consuelo y alivio... Caigan en el cobijo del aburrimiento, envenénense con él, duerman bajo su almidonado influjo y prueben si hay surgimiento de ideas y de pensamientos... Ahora consideren la posibilidad de saborear, por lo menos la mañana siguiente de un domingo repleto de tedio absorbente; el mundo no parecerá tan monocromático, tan estúpidamente continuo... y, para aquellos creativos, pregúntense si tan sólo hay algún asomo de inventiva posterior...

Ahora será desperezarme... ¡¡¡mhhhh!!! ah... Qué pereza hace... pero creo que, ahora que les he dicho todo esta perorata, el mundo grisáceo y lluvioso que tengo afuera ya no me parece un mundo oscuro lleno de hojas marchitas otoñales... ya veo matices entre tanta oscuridad invernal...

En fin... Pero, aún así, los fanáticos de Star Wars me siguen pareciendo párvulos melancólicos amantes de una saga banal... creo que la próxima vez que me siente a ver la próxima película de “la Guerra de Las Galaxias” otro rasquinball me esperará...


“El amor es algo que no se aprende en los libros; es como un fluido fugaz que surge inopinadamente para tocarnos con su varita mágica, y que después se desvanece en la niebla del tedio. “


Groucho Marx.



A.A.K.


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